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SILVERIO S. CORREDERA | Filósofo

Silverio S. Corredera, filósofo: "Los niños saben más de lo que creemos"

"Mi libro 'Me llamo Emma' es también un modelo de crianza y reivindica esa posibilidad para todo el mundo"

Silverio Sánchez Corredera, con un ejemplar de su nuevo libro. MARCOS LEÓN

Una exploración en primera persona de una bebé, desde que nace y hasta que cumple veinte meses. Es el hilo del que tira el filósofo y catedrático Silverio Sánchez Corredera (Valverde del Fresno, 1954) en Me llamo Emma. Soy un bebé (Caligrama). Autor de la novela Mundus o de Jovellanos y el jovellanismo, donde se acerca al ilustrado desde el materialismo filosófico, el autor parte ahora de una inusual perspectiva narrativa.

-¿Quién es Emma?

-Es mi nieta, que ha revolucionado mi vida. Soy padre, pero la experiencia de ser abuelo es distinta, con otro ritmo. Vive en Singapur, aunque tengo inormación casi diaria: fotos, vídeos... Descubres un renacimiento cuando tus luchas por la vida están ya más amortiguadas. Hay algo increíble: ves la vida en su origen.

-Curiosamente, el libro se lo inspira una nieta y no su hija.

-Cuando eres padre, es la pura supervivencia: biberones, cacas, o sea, que estás agotado. La vida de padre es durísima: supone renunciar a muchas cosas.

-¿De dónde surge la necesidad de escribir este libro?

-Estoy alejado de todo lo que suene esóterico o a irracionalismo; soy racionalista, materialista, en la línea de Gustavo Bueno. Pero tuve una especie de revelación: una efipanía cuando Emma tenía meses y medio y fuimos a verla a Singapur. Descubrimos algo maravilloso: una conversación. Al bebé le acaricias con la voz, con el canturreo, y notas que escucha, que recibe todas esas sensaciones que no son conceptuales y que se pone a hablar: ah, ah, ah... Pese al escepticismo a que puede inducir todo esto, lo he confirmado más veces. Por la velocidad de la vida, los padres no se dan cuenta de ese lenguaje. En estos últimos diez años he leído mucho de Fenomenología, una parte de la Filosofía que trata de entender la "fenomenización" de las cosas, de poner entre paréntesis nuestro mundo eidético y ver si en ese reservorio de elementos hay algo de lo que podamos tirar. De ahí surge toda esta reflexión.

-¿En qué género inscribiría su libro?

-Es una miscelánea, un relato de Emma, bueno, del abuelo que se pone en su lugar. El abuelo hace cuatro aproximaciones: proteger al niño; la simpatía y la empatía, sentir lo que ella siente; y está lo que te ofrece la Filosofía: quedarse embebido. He hecho ese esfuerzo, aunque hay que saber, claro, que hay un punto de ficción.

-¿No es un poco atrevido ponerse en la piel de un bebé?

-Ésa es la palabra: atrevimiento.

-No tiene la certeza de que Emma responda de la manera que usted dice en el libro.

-Todas las acciones van a lo genuino o a lo equívoco. Uno debe comprobar que está en la buena línea. El libro tiene mucho de estudio. Hay que tomar notas, elegir las anécdotas. Ver, por ejemplo, cómo el niño logra darse la vuelta después de muchos intentos. O el gateo, por no hablar del equilibrio, que es maravilloso.

-¿Todo lo que cuenta en el libro es resultado de la observación directa o ha utilizado textos de distintas disciplinas relacionadas con la crianza del niño?

-Los libros ya estaban en mi memoria. Hago una observación antropológica directa, como alguien que va a una tribu y toma notas.

- Pero no opta por la perspectiva exterior.

-No, por eso ese atrevimiento. Intento ponerme en el lugar de Emma. Hay algún descubrimiento potente: la relación entre el lenguaje y la lengua. El humano es abierto e infinito. Hablar en nombre de ella surge de una necesidad que viene del esfuerzo, precisamente, de ponerme en su lugar. Los niños saben más de lo que nosotros creemos. La mayoría de las cosas que escribo están registradas varias veces: son verdaderas. Hay algunas páginas duras, cuando cuento el lloro de Emma, que precisó de consulta médica. Lo narro desde su punto de vista. Hay ahí una semana de dolor. Cierto sufrimiento, cuando está envuelto en mucho amor, mucho cariño, se puede soportar.

-¿El libro es también una propuesta de lo que ha de ser un modelo de crianza?

-Sí, porque se ajusta muy bien con lo que es una niña feliz, bien criada. Y porque es, además, una reivindicación: todos los niños del mundo deberían tener estas posibilidades que tiene Emma. ¿Qué es para mí la justicia? Que todos los niños del mundo puedan tener la infancia de Emma.

-Y el libro se puede leer, asimismo, con el relato de la construcción del yo. ¿Es así?

-Totalmente. Si tuviera que sintetizarlo, podría decirse así. Otra síntesis posible: se trata de demostrar cómo se construye un yo, el de Emma, aunque tiene un sentido universal: lo que se dice vale para todo el mundo. Está bien que venga la filosofía y racionalice las cosas, pero indudablemente el cuerpo también sabe cosas. Cuando Emma se da vuelta, cuando consigue girarse sin quedar trabada y repite la operación hay una percepción de que es alguien en el mundo. Ese tipo de cosas invita, desde luego, a la reflexión filosófica.

-El materialismo filosófico de Bueno, al que usted se adscribe, creo que tiene un gran peso en la concepción del libro...

-Sin duda. Sí, hablo mucho del cuerpo.

-¿Tuvo presentes esos presupuestos filosóficos a la hora de escribir?

-Más que presentes, actuando. A Bueno lo he estudiado mucho, lo he explicado, lo he aplicado a Jovellanos... Estoy desarrollando todo eso: lo que llamo teoría ético-política-moral, con desarrollos propios y a veces criticados por los seguidores más literales de Bueno, una especie de guardia pretoriana en cuya onda no estoy. Hemos tenido la suerte de cruzarnos con Bueno. Así que todo eso estaba actuando, porque es mi acervo. La filosofía me interesa para pensar mejor, no para tener doxografía.

-Se lo pregunto porque esas bases filosóficas ayudan a entender cómo es el desarrollo de un bebé...

-Sin eso, mi mirada hubiese sido más torpe. Gustavo Bueno está ahí. Y también uno de sus más significados discípulos, Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, al que leo y sigo con atención. Está construyendo una línea materialista fenomenológica diferente. El último trabajo largo de Bueno fue "El ego trascendental", que es una respuesta a Urbina y discute si hay algo que unifique todos nuestros pensamientos, con esa materialidad física, psíquica, de las ideas, en que nos movemos. Todo eso me ha influido mucho, en el sentido de poder lanzar una mirada. Al final del libro, procuro aclarar todo eso de lo que hablo. Lo que he hecho es un estudio bastante independiente que se puede contrastar con la psicología o con otras disciplinas. No soy un experto, sino alguien informado que se atreve -me atrevo, sí- a escribir un libro así.

-Y utiliza los mecanismos de la ficción...

-Aunque es una ficción que sigue muy de cerca el relato de cosas que han sucedido, que están grabadas. Cuento hechos, casi una autobiografía de alguien que está conformando el yo. Pero es ficción porque, junto a la percepción, la psicología, tenemos la fantasía.

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