La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tinta fresca

Navegando en las aguas del imperio

Roger Crowley regala un fascinante viaje a la gran historia de Venecia

Navegando en las aguas del imperio

Venecia vivió un cambio total entre los siglos X y XVI. De ser un lugar habitado por modestos comerciantes con casas de madera pasó a ser una ciudad llamada a dejar boquiabierto al mundo al hacer realidad un imperio naval de leyenda. Roger Crowley, especializado en convertir la historia pura y dura en relatos de impecable narrativa y exhaustiva documentación, ofrece en Venecia. Ciudad de fortuna un formidable relato de la historia de un pueblo lleno de coraje y ambición que cimentó su poder en lucha contra el Imperio bizantino y, después, contra el Imperio otomano. Mezcla perfecta: inteligencia y audacia comercial y diplomática con enfrentamientos navales donde fijar su dominio: la apertura de la Ruta de las especias se combina con las Cruzadas y el conflicto entre el cristianismo y el islam, hasta llegar a la cristalización de lo que hoy entendemos por capitalismo.

El autor de Imperios del mar y Constantinopla parte del hecho de que "la prosperidad de la ciudad no descansaba sobre algo tangible. No poseía grandes tierras ni recursos naturales; tampoco contaba con una gran producción agrícola ni con una población numerosa. Literalmente, no había suelo bajo sus pies. Su supervivencia física dependía de un frágil equilibrio ecológico. Venecia fue, quizá, la primera economía virtual, y su vitalidad anonadaba a los extranjeros. No cosechaba nada más que oro estéril y vivía con el perpetuo temor de que, si cortaban sus rutas comerciales, todo el majestuoso edificio que había construido se viniera abajo".

Apuntemos: "Zarpar. Riesgo. Beneficio. Gloria. Estos eran los puntos cardinales que regían la vida en Venecia. El viaje era una experiencia constante. Durante casi mil años, los venecianos no conocieron otro modo de vida. El mar era a la vez protección, oportunidad y destino; seguros en su laguna, poco profunda y surcada por engañosos canales y traicioneros bajíos que ningún invasor podía sortear, y protegidos, si no aislados, de las inclemencias del Adriático, se envolvieron en el mar como si de una capa se tratase".

En el dialecto veneciano "se le cambió el género, del masculino mare pasó al femenino mar, y cada año, el día de la Ascensión, se casaban con él. Era un acto posesivo: la novia y su dote pasaban a ser propiedad del marido. Pero también era un ritual propiciatorio. El mar era peligro e incertidumbre. Podía destruir flotas, y lo hacía, podía inflar las velas de los enemigos y, a menudo, sus crecidas amenazaban con superar las defensas de la ciudad". La relación con el mar sería "larga, intensa y ambivalente, y no fue hasta el siglo XV cuando, por primera vez, los venecianos se preguntaron si no tendría más sentido desposarse con la tierra en lugar de con el agua".

Venecia era el único lugar del mundo "organizado para comprar y vender. Los venecianos eran mercaderes hasta la médula; calculaban el riesgo, la facturación y los beneficios con precisión científica. La bandera de San Marcos, con su león dorado rampante sobre fondo rojo, ondeaba en sus mástiles como el logotipo de una empresa. El comercio era su mito fundacional y su justificación, motivo por el que habitualmente eran denigrados por sus vecinos más terrestres".

Compartir el artículo

stats