El pueblo, como un Cicerón redivivo y contrariado, dictó anoche sentencia desde la grada. Y girando la cara al palco, donde se congrega el Senado rojiblanco, pidió malhumorado varias cabezas, entre ellas la de Baraja que, como Catilina, fía ya su suerte a la misericordia del sanedrín, foco también ayer de las críticas del respetable. Puede que el entrenador, después de la andanada nocturna del graderío contra la directiva, tenga ya las horas contadas.

"¿Quosque tandem abutere Baraja patientia nostra?", hasta cuándo vas a seguir poniendo a prueba, Pipo, la paciencia de la Mareona, debió pensar la afición ilustrada en una noche tan fea y fría como la cara de un equipo que ya no sabe por dónde se anda, si en la cocina del Ritz o en los fogones de MasterChef Junior, con un menú indigesto que no se sabe si es carne o pescado, si está al caldo o a las tajadas. El Sporting no sólo no mejora sino que va a peor, y el que no lo quiera ver que no lo vea, pero se trata de una verdad dolorosa.

El Córdoba, que no había obtenido ni un solo punto fuera de su estadio, tomó botín en un Molinón que vivió el primer capítulo serio del divorcio evidente entre el equipo y la grada, que no entiende las decisiones del entrenador, que se convirtió en la diana del cabreo de la concurrencia cuando decidió sentar a Sousa, tácticamente un anarquista que corre mucho pero con frecuencia con poco sentido, y poner en su lugar a Hernán Santana. El público no entendió que el portugués fuera el recambio, de los pocos que pueden obtener rédito de un disparo lejano, y la tomó hasta el final con Cofie, un jugador que por mucho que se empeñe el técnico no aporta nada al equipo, ni como ancla ni como bote salvavidas. Hoy por hoy, el africano es un lastre indefendible, una rémora más que una solución. Su indolencia y la del resto convirtieron al blanquiverde Javi Galán en internacional.

Todas las segundas jugadas fueron del Córdoba, como la posesión del balón durante muchos minutos. El esférico parece una bola de fuego en las botas rojiblancas, que parece que quema. El descalabro pudo ser mayor si los andaluces aciertan, con las manecillas del reloj marcando el final del descuento, con una falta en el borde mismo por una pifia de Mariño, que se escurrió y se salió del área con el balón en las manos al intentar un saque rápido. Y aún así, el guardameta fue una jornada más el mejor del equipo, el único que resolvió con acierto la tarea encomendada. El resto, suspenso colectivo.

Neftali, al que se aguardaba con curiosidad. tuvo la ocasión de reivindicarse, con Djurdjevic en el diván, pero el chaval quedó sobrepasado y fue víctima de la ausencia de lanzadores aunque su aportación, mientras estuvo en cancha, fue más completa que la que suele ofrecer el balcánico. Tiene movilidad y potencia, cae a banda y saca de sitio a los centrales pero en el partido de su confirmación tuvo arrancada de caballo y parada de burro.

Nadie duda que el talento de este equipo lo atesora principalmente Robin Lod, pero el finlandés sigue sin echarse el equipo a la espalda, como corresponde a su categoría futbolística. Una impresionante volea lejana que se estrelló en el larguero fue su única aportación a la inoperancia atacante del equipo.

Para hacerse idea de lo mal que jugó el Sporting, la mayor ovación de la grada fue para De las Cuevas, cuando el exsportinguista fue sentado por Sandoval, quien en su regreso a El Molinón presentó un equipo muy aseado, bien dispuesto y con orden que de haber dispuesto de mayor acierto se habría llevado para Despeñaperros los tres puntos en litigio. Parece que el de Humanes no va tener que utilizar de inmediato el comodín de la llamada.