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Mario Antuña

Cuando los deseos se cumplen

"Cuidado con lo que deseas, podría convertirse en realidad". La frase de Oscar Wilde vale para el Sporting y para el Oviedo. Una victoria puede enmascarar la realidad, la derrota la deja al desnudo. Me pasé todo el día de ayer escuchado a sportinguistas desear que su equipo perdiese en el Tartiere. Es lo más triste que puede ocurrir en el fútbol, con el agravante de que se trata de un derbi, ante el eterno rival. No comparto el deseo, pero lo comprendo. Ayer animé la remontada hasta el final, con más ilusión que esperanza. Los aficionados del Sporting hartos de la medianía sin alma en la que han convertido a su club, con la ansiada derrota, veían cumplidos tres deseos: ¡Baraja, vete ya!, ¡Torrecilla, lárgate! y ¡Consejo, dimisión!

El primero se cumple. El problema es dejar en manos del segundo el relevo del entrenador. ¿Cómo va a elegirlo el director deportivo que en dos temporadas fichó más de veinte jugadores y dos entrenadores que no han dado la talla? Ah, y a base de talonario, no apostando por la cantera, como prometió. Con una poca de vergüenza torera, se iría. Pero seguro que la vergüenza tiene un precio. Que no confían en José Alberto, dicen. ¿Y quién confía en quienes han llevado al Sporting a esta vulgaridad insoportable? Lo del consejo es cuestión de dinero, según la SAD.

El partido de ayer fue uno más de esos encuentros lamentables. En sesenta minutos no se había tirado a puerta. Falló hasta Mariño. Ni se defendió, ni se creó fútbol, ni se atacó, al menos con criterio. No quiero hablar del partido del Oviedo. Pero harían mal, como lo diría si hubiese ganado el Sporting, en engañarse. Que disfruten como nosotros lo haríamos de la victoria. Cuidado que no sea hambre para mañana. El mismo temor tendría si los puntos hubiesen ido para Gijón. Hay poco y ye lo que hay...

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