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LNE FRANCISO GARCIA

Uros, ¡gallo!

El delantero serbio se marca un gran partido, se vacía y anota un gol de bandera, su primero

Fue anotar al fin su primer gol en partido de Liga, soltar un grito rabioso y encerrar en un arcón bajo siete llaves todos los demonios que la han perseguido desde su llegada a Gijón y que le han tenido, hasta ayer, al borde del exorcismo, inquieto y huraño. Djurdjevic ofreció a la grada su mejor versión de la temporada, de nuevo un tábano para los centrales rivales, a los que supone un permanente incordio pero está vez, además, efectivo. Su primer tanto, agua de mayo para la sed de un insaciable cuya sequía le tenía enfadado con el mundo, es de los entran con letras de molde en el catálogo de los goles de bandera.

Resulta tarea complicada para los dirigentes futbolísticos encontrar en el mercado un delantero centro de garantías, con capacidad anotadora y vocación de arrastre. No hay muchos disponibles para la División de Plata y los que quedan a última hora sin acomodo en las plantillas de Primera se cuentan con los dedos de una mano y salen por un ojo de la cara. En un fútbol de volantes imprevisibles, de laterales con vocación de extremos, y más medias puntas que nunca por metro cuadrado, los "nueve" al estilo de toda la vida se antojan especie en peligro de extinción. Djurdjevic es de esos lobos esteparios que sufren si se les aleja de la yugular del área, que se vuelven frágiles si pierden la referencia del punto de penalti, donde se desata el olfato de la sangre. Pero también pertenece a esa estirpe legendaria que cuando ocupa su lugar y se gana el espacio se convierte en enemigo temible y sanguinario. Ayer el serbio disputó su mejor partido con la camisola rojiblanca y convirtió El Molinón en un cantadero: Uros, ¡gallo!

Por lo demás, conviene dedicar las siguientes líneas a José Alberto, que suma en sus dos primeros partidos dos triunfos consecutivos, lo que en el tiempo de Baraja resultaba misión imposible. Había que ganar fuera tras varios meses y ganó; había que volver a convertir el feudo local en inexpugnable y lo consiguió. El siguiente reto es la regularidad y convertir en ley la costumbre.

Resulta indudable que el joven técnico de la casa le empieza a dar otro aire al equipo y lo ha hecho sin plantear cruentas revoluciones, echando mano de los cartilla de los clásicos e intentando recuperar para la causa del buen juego a futbolistas a los que se presupone talentosos pero que aún no han destapado el frasco de las fragancias. Es el caso de Lod, que tendrá que enchufarse cuanto antes para no quedar descolgado y al que ayer el entrenador ofreció la titularidad para que se vaya soltando.

Ya sabe que Geraldes ataca mejor que Molinero pero resguarda peor su territorio, con lo cual maneja dos opciones según la conveniencia de los partidos; que Peybernes le va a obligar a espabilar a Álex Pérez y que Cordero, invitado a la fiesta por obligación, protagoniza ya una jubilosa irrupción. También habrá tomado nota de que Cofie no es Cristian Salvador y de que Blackman puede ser un buen complemento para abrirle caminos a Djurdjevic: ambos ligaron bien ayer.

Parece, en definitiva, que los pespuntes comienzan a estar mejor hilados. Algo tendrá que ver el costurero.

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