A José Alberto, el entrenador del pueblo que ha devuelto a cuatro mil sportinguistas a la grada, nadie le afea que cambie de sistema cada dos por tres porque tiene bien cogidas las riendas del equipo. Esas cosas se palpan, se ven en la cara. Puro karma, que diría un jainista. Lo que antes levantaba resquemores, ahora es síntoma de "equipo vivo". Es la diferencia entre tener estrella y acabar estrellado. Así que es secundario que el técnico medite jugar otra vez con un delantero antes del viaje a Albacete porque se da por hecho que lo hace por algo. Sus razones tendrá, él es el que sabe. Debate zanjado.
No ocurre lo mismo con el papel de los dos arietes fichados en verano. En su caso, los murmullos sí que han ido creciendo en intensidad cada semana debido a la sequía. De ahí que las gentes rojiblancas, que hasta ahora han sido bastante indulgentes con los implicados, se pregunten si llegarán refuerzos postnavideños para meter goles. Lo fácil para quedar bien es pedirlos a gritos. Tan fácil como oportunista.
En primer lugar, porque no parece que el mercado esté colmado de killers del área capaces de anotar una decena de tantos de aquí a final de temporada (la cifra que debería aportar una llegada invernal de este tipo). Y, por otro lado, porque no hay ninguna garantía de que la misma dirección deportiva que no acertó durante los calores de agosto lo vaya a hacer en este gélido enero. Así que lo mejor será tirar con lo que hay, cruzar los dedos para que cambie la tendencia y apostar firmemente por un jugador desequilibrante que genere ocasiones y revuelva un poco al equipo, a ser posible extremo. Ya que este año no habrá "efecto Jony", que al menos sea algo parecido.
