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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

El origen astur de Barrilete Cósmico

La acelerada vida de Maradona y su influencia en Argentina

Cuenta el camarada Fernández en el reportaje que acompaña a estas líneas el origen asturiano de Barrilete Cósmico, uno de cuyos descubridores tiene firmes raíces en el Principado. La historia de Maradona es la historia del fútbol de los últimos 40 años. Nadie como el Pelusa ha personificado los claros y los oscuros, el mundo de los dioses con pies de barro y la veneración por el vellocino de oro que existe en el planeta fútbol.

Pero en el caso de Maradona sus gestas deportivas no pueden desligarse del momento histórico en el que se produjeron y lo que significaron para los que las vivieron, mucho más allá de la alegría por la gloria de los títulos. El "diez" es el mejor exponente de ese grupo de genios salidos de las mayores de las miserias, de la peor de las mugres, y por eso aún lucen más sus logros.

Para los nacidos en los años posteriores a la muerte de Franco, para los primeros bebés de la democracia española, la pregunta o preguntas de otras generaciones, aquella, por ejemplo, de "¿dónde estabas tú cuándo mataron a Kennedy?", cambiaron por "¿qué recuerdas del 12-1 a Malta? o "¿qué hacías cuando las Torres Gemelas se vinieron abajo?". Pero, por encima de todas, podría incluirse la de "qué era de tu vida" cuando Maradona se marcó la jugada de todos los tiempos, el gol del siglo, aquel a Inglaterra en el Mundial de México que se hizo más grande con el paso de los años gracias al ya mítico relato radiofónico de Víctor Hugo Morales.

El golazo lo tuvo todo. Y encima a los ingleses, a los que no hacía mucho que los argentinos se habían enfrentado en la guerra de las Malvinas. Fue el gol de un pueblo que tenía -y todavía hoy- muy metidos en sus entrañas aquellos sucesos por un pedazo de tierra helada en mitad de la nada. El Pibe condujo a los suyos a levantar la Copa. Segundo y último Mundial de la Albiceleste. De paso, los argentinos se quitaron el mal sabor que les había dejado la victoria en "su Mundial", el que ganaron en el 78 a Holanda, el que dicen que fue "comprado" por la dictadura de Videla, el del papel higiénico y la melena de Kempes, el que se jugaba mientras en lugares como la Escuela de Mecánica de la Armada hombres y mujeres eran torturados y violados a poco más de un kilómetro de El Monumental, el campo donde se disputó la final.

Así que en aquel Mundial, el mexicano del 86, Argentina y los argentinos se cobraron varias cuentas pendientes con el planeta y con ellos mismos. Maradona ya habitaba en la categoría de leyenda. Ésta se siguió alargando al mismo tiempo que su parcela personal se degradaba a pasos agigantados. Pero Barrilete Cósmico aún tuvo tiempo para llevar a su selección a la final del Mundial de Italia, con aquel pase mágico que dejó sólo a Caniggia para eliminar a Brasil. Y todavía hay quien se pregunta qué hubiera pasado si en la Copa del Mundo de Estados Unidos, aquella en la que marcó su último gol que celebró agarrándose a una cámara con unos ojos como los de un maquinero en una discoteca a las seis de la mañana, no le hubieran puesto en la calle tras dar positivo por aquel cóctel de sustancias prohibidas.

Si a nivel de selección Maradona se convirtió en un dios con iglesia propia incluida, a nivel de club en Italia acabó liderando la revolución de los modestos en el plano futbolístico y de los parias a nivel social. El Pelusa hizo tocar el cielo al sur de Italia desde Nápoles, ese sur que a los italianos del norte les sobra, al que ven como una rémora, al que tachan de estar habitado únicamente por pastores y bandidos. Maradona hizo campeón a la escuadra napolitana. Hacía 17 años que ningún equipo del sur -y hasta ahora nadie lo ha vuelto a conseguir- ganaba el Scudetto. El último en lograrlo había sido el Cagliari de Gigi Riva. Cosas así hacen que muchos consideren a Maradona el mejor futbolista de la historia por encima de Cruyff, Pelé o Leo Messi.

El Pelusa pasó a ser para los napolitanos un tipo de otro planeta. "No sabéis lo que os habéis perdido", apareció escrito en la tapia del cementerio de la ciudad tras la fiesta por la consecución del título. Luego llegaría otro con la misma velocidad con la que Maradona empezó a codearse con la Camorra y a darse baños de coca en las fiestas de los capos en las que era una de las estrellas invitadas. Al cebollita le reían todas las gracias y su entorno le exprimía de todas las maneras posibles, como la de meterse en el bolso un millón de dólares por llevar al jugador a Libia a conocer a Gadafi. Su entorno, con tipos como Cyterszpiler o Coppola, daría por sí mismo para varias temporadas de una serie en Netflix. El segundo aún sigue facturando contando historias del Diego con la mafia, de las minas?

Pero todo se acaba y el genio, ta, ta, ta del fútbol mundial, que vociferaba Víctor Hugo Morales, dejó de salir de la lámpara para convertirse en un ángel caído al que en su día un asturiano puso en el camino de la gloria.

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