Oviedista hasta la médula, sobraron 10 minutos de conversación para ayudar a salvar al Real Oviedo, cuando no estaba agonizando, sino que estaba muerto. Diciembre del 2006, de eso ya nadie se acuerda. No dudó ni un segundo: "Lo que esté en mi mano, cuenta con ello". Dicho y hecho. Puso dinero y asumió la responsabilidad de ser consejero. Su reconocida experiencia dentro de la banca, empresario de trayectoria impecable, su valor humano y su sentimiento, hicieron lo demás. En aquel momento -en descenso a Tercera y en quiebra- efectivamente "de momentos complicados", había que tener bemoles para estar ahí y Miguel los tuvo. Vehemente para lo bueno y lo malo, "el fíu Pepita" como se refería así mismo.

Recuerdo la negociación con Quique Pina en Madrid, para el intento fallido de comprar la plaza del Ciudad de Murcia en Segunda División. Miguel le espetó: "No sabes que es el Real Oviedo, no sólo es dinero, es sentimiento, somos una raza aparte, somos inmortales, volveremos". Tuve la oportunidad de compartir mesa y mantel con Miguel el pasado noviembre, con amigos, compañeros y ex dirigentes del Real Oviedo. Nos invitó a comer, fue su despedida en silencio y como siempre, a su manera. Sólo él lo sabía. El Real Oviedo existe hoy, entre otros, gracias a Miguel Cano, oviedista acérrimo, accionista, consejero y presidente en las peores etapas del Real Oviedo. Campechano, un hombre vertical e inquebrantable, firme y consecuente en sus decisiones, con orgullo, valor y garra, hasta sus últimas consecuencias. Quiero agradecer al Real Oviedo como institución haber estado a la altura de esta persona excepcional. Miguel, paisano, amigo y oviedista, pero sobre todo mejor persona. La historia nos absolverá. Descanse en paz.