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La pelota, la pizarra y la improvisación

La jugada del 1-0 se escapa a las libretas, es el talento que se echaba en falta

Decía el otro día Anquela que lo único en lo que el Oviedo había ganado al Mallorca era en un asunto que no le interesaba, la posesión. El debate sobre la pelota tiene trampa. Ni tener el balón te asegura la victoria, ni entregárselo al contrario hará que aparezcan huecos mágicos en el muro rival. Tampoco conviene sacar conclusiones de casos aislados. El Oviedo tuvo la pelota en Mallorca para manosearla, sin ningún fin atacante. Se puede ser defensivo con posesiones que superan el 70%. En eso sí estuvo preciso Anquela en su intervención, al tildar la posesión de Son Moix como "ficticia". "Era lo que quería el Mallorca", se lamentó.

El choque de Son Moix, el duelo de los cero disparos, siguió rondando la cabeza de Anquela durante toda la semana.

Un vistazo a los primeros cinco minutos del choque ante el Nàstic sirvió para comprobar que los catalanes, como los baleares, también querían el balón en los dominios azules. La Segunda y la alergia a la posesión. Y el Oviedo, como en Palma, aceptó las reglas del juego. Solo que está vez le puso una marcha más al asunto. Tuvo el balón, avanzó con cierto criterio pero se atoró al llegar a esa barrera invisible plantada a unos metros de la frontal. El primer tiempo dio síntomas de impotencia.

Ahí, en esa zona donde se deciden los partidos, es donde el fútbol se escapa de las libretas.. Una contra llevada por Berjón, un centro medido de Bárcenas, un desmarque ratonero de Joselu seguido de un certero cabezazo a la red. El 1-0 de ayer, en definitiva.

Lo que no es imposible de resumir con las flechas de una pizarra. Como aquella frase que se le atribuye al técnico argentino Alfio Basile: "Yo a mi equipo lo coloco bien. El problema es que después los jugadores se mueven". Y a veces, incluso, en un arrebato de iniciativa se mueven con acierto.

Hay cosas que los entrenadores no pueden prever. Pero sí pueden facilitar las cosas para que el talento fluya. Muchas veces, como en la primera mitad, el Oviedo parece demasiado encorsetado, pendiente de las armas del rival más que de las fortalezas propias. Da la impresión de que solo Berjón tiene bula para ofrecer sus propias soluciones. Cuando el juego es gris, se demanda pinceladas de color. Como en el 1-0.

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