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Dos en la carrera / kilómetro 30

Los 50 puntos, meta común

El Oviedo se mantiene vivo en la lucha por la permanencia mientras el Sporting afloja el ritmo para acercarse a la cabeza

Pocas veces en las últimas temporadas la lucha en la Maratón de Segunda ha estado tan cerrada y competida, sobre todo en su zona media, donde el pelotón se estira sin llegar a romperse y donde cada triunfo abre expectativas que a menudo se debilitan a la jornada siguiente. El Sporting vio rebajadas las suyas al caer derrotado en Ponferrada. El Oviedo, por su parte, alcanzó la victoria que necesitaba para mantener viva la posibilidad de abandonar la zona de los colistas. Ahora les separan seis puntos. Y les une la necesidad de tratar de llegar cuanto antes a esa meta parcial de los 50 que, según las estadísticas, garantiza la salvación.

EL OVIEDO ALCANZÓ SU OBJETIVO

Entre el oviedismo se había creado un estado de opinión según el cual cualquier resultado ante el Tenerife que no fuera la victoria debería ser considerado como un desastre. Quizá fuera exagerado tanto dramatismo cuando todavía quedaban 39 puntos por disputar, pero así se vivió. La victoria fue, por tanto, un respiro, o sea, la constatación de que el equipo sigue vivo. Pero para mantener esa condición hasta el final del campeonato deberá hacerse más competitivo. Desde la perspectiva oviedista esa fue la principal enseñanza del encuentro.

E Cambios que funcionaron. El Oviedo ofreció dos versiones. La del primer tiempo fue desalentadora a fuer de rutinaria y poco efectiva. El equipo cargó sistemáticamente el juego hacia la izquierda. Ya fuera por estrategia, por instinto o por comodidad descargaba en Berjón la responsabilidad de encontrar soluciones. El capitán azul tiene calidad sobrada para llevarlas a práctica, pero para inventarlas necesita una inspiración que esta vez no le acompañó. Su mejor aportación fue un saque de falta que Ortuño cabeceó alto, una de las pocas ocasiones de gol que creó el equipo azul en la primera parte. Otro buen saque suyo, ya en el segundo tiempo, lo cabeceó Luismi con peligro pero sin suerte. Casi a continuación Ziganda, que se estrenaba en el Carlos Tartiere, se decidió a hacer una apuesta fuerte. La entrada de Borja Sánchez precisamente por Saúl Berjón suponía un cambio de liderazgo. Para que funcionara era preciso que Borja fuera capaz de echarse el equipo a la espalda, como ya había hecho en alguna otra ocasión. Lo intentó y lo consiguió. Con arrancadas en las que desbordaba contrarios o con cambios de juego que abrían espacios para un ataque en el que había entrado Ibra, otro relevo significativo como subrayó la afición con su acogida. De una de las jugadas en las que participarían ambos saldría el gol salvador que arruinaría la estrategia cada vez más conservadora de un Tenerife que, a la hora de buscar réditos, había dejado de apostar por las correrías devastadoras de su mejor hombre, el centrocampista Luis Milla, para, con reiteradas pérdidas de tiempo, lanzar la señal inequívoca de que le satisfacía el empate. No sabía que estaba madurando el castigo.

E VAR a favor . A la larga la suerte suele promediar y los errores a favor y en contra, también. En lo que va de temporada el Oviedo se ha quejado no pocas veces de que los árbitros le han perjudicado, ya fuera en primera instancia o través de ese auxiliar tecnológico que responde por las siglas VAR. Pero el domingo fue el VAR el que le franqueó el paso a la victoria. Fue en el minuto 83, en una jugada cuyo momento culminante lo constituyó un mano a mano de Ibra con Ortolá del que había salido vencedor el meta tinerfeño, al rechazar con el pie el remate del delantero oviedista a no más de cuatro metros de distancia. Para los oviedistas el desencanto por la ocasión perdida, la más clara hasta entonces de todo el partido, se vio en cierta medida mitigado por el hecho de que el árbitro, a instancias del juez de línea, señalara fuera de juego. El Tenerife se apresuró a poner en movimiento el balón, pero el árbitro mandó parar. El hecho de que se llevara la mano a la oreja dio a entender que había recibido algún mensaje desde la cabina del VAR. Y cada uno empezó a hacer un repaso de la jugada. Unos mentalmente y otros ayudándose de móviles y tabletas. Para que Ibra quedara solo ante el portero había sido preciso que Borja Sánchez, en el borde del área, acudiera al centro que Nieto había lanzado desde la derecha y que su toque con el pie fuera desviado por Luis Pérez para acabar finalmente en los pies del senegalés. De las imágenes se pudo deducir que Ibra no estaba en fuera de juego cuando le llegó el balón. Y algo más: que Luis Pérez, al plantarse ante Borja Sánchez para tapar su remate había girado el cuerpo y el balón tropezado en su brazo derecho, que tenía levantado. Cuando Moreno Aragón trazó en el aire la señal de un rectángulo y se acercó a ver las imágenes del VAR todo el mundo dio por supuesto que iba señalar penalty, como así fue. Al Oviedo, que ha sido varias veces y se ha declarado víctima del VAR, le llegó la hora de poder agradecerle algo. Si alguien lo celebró de verdad por todo lo alto fue Rodri, quien, después de tirar con decisión el penalty, se marcó para celebrar el gol un doble salto mortal.

EL SPORTING, FRENADO EN PONFERRADA

El Sporting, quién lo iba a decir de un equipo playu, fue a Ponferrada a tomar las aguas. Lo hizo al estilo de la ducha escocesa, aplicándose dos baños. Uno cálido, de multitudes, por el gran número de seguidores, que convirtieron El Toralín en algo muy parecido a la propia casa. Y otro frío, de realidad, a cargo de la Ponferradina, que se encargó de poner de manifiesto sus debilidades, que limitan sus aspiraciones.

E Un comienzo decisivo. En realidad todo se decidió en el primer cuarto de hora. Si en el minuto 3 el tiro de Pedro Díaz que dio en el poste se hubiera colado hasta la red, posiblemente el partido hubiera sido otro muy distinto del que empezó a definirse en el minuto 16, cuando Kaxe cabeceó entre tres defensores negrofucsias -así hay que referirse a los rojiblancos cuando viajan- y colocó al Sporting ante uno de sus tabúes en esta temporada: remontar un resultado adverso. Una vez más fueron incapaces de hacerlo. Y una vez más pudo comprobarse que no se trata solo de un problema anímico sino que tiene que ver con las limitaciones puramente futbolísticas del equipo.

E Mala salida. Un problema crónico del Sporting actual es su mala salida de balón. Al respecto hay pocas imágenes más representativas que la de Mariño corriendo al borde del área tras atrapar un balón para buscar con la mirada a quién dárselo rápidamente con ventaja. Lo normal es que tenga que abortar la operación porque no haya nadie desmarcado. Y las soluciones alternativas que aparecen entonces son un saque largo, que rara vez deja el balón en un compañero o el avance premioso desde la defensa que acaba frustrándose a menudo por la imprecisión en los pases, pues el equipo no combina bien, ya sea por déficit técnico o por la mala distribución de los efectivos en el terreno de juego. O, sobre todo, porque esa lentitud de salida permite al adversario agrupar sus efectivos. Fueron muy significativas al respecto dos escapadas de Murilo en el primer tiempo. En una le siguieron tres rivales. En la otra, cuatro. En ninguna de las dos tuvo un compañero cerca.

E Insuficiente llegada. Pese a estos defectos, que tienen mucho de limitaciones, el Sporting, gracias a su insistencia, logró acercarse varias veces a la portería de René. Pero, una vez más, le faltó resolución. Hasta en cuatro ocasiones alcanzó la línea de fondo del área contraria y ninguna de esas jugadas acabó con remate, ya fuera por imprecisión en el pase final o por la escasez de efectivos en el área. Con bastante menos posesión de balón la Ponferradina obligó a Mariño a hacer más y mejores paradas que el Sporting a René, aún a pesar de que Yuri no pudo sacarse la espina de sus ocasiones perdidas en El Molinón durante el partido de la primera vuelta, aunque estuvo excelente en todo lo demás. O en casi todo.

E Poca picardía. En ese casi entra que pudo abrirle la puerta del gol al Sporting al cometer un penalty. La carga con que en el minuto 72 desplazó a Cristian Salvador en el área, tirándolo al suelo, pareció punible, o, como poco, asunto a debatir. El árbitro no se dio por aludido y dejó seguir el juego. Al Sporting le faltó picardía para mandar fuera el balón y presionar para que consultara al VAR. No lo hizo y a medida que se alargaba la jugada se fue desvaneciendo esa posibilidad.

E Barrera con tranca. La última oportunidad del Sporting llegó en el minuto 91, con una falta al borde del área berciana. La Ponferradina puso en práctica entonces un recurso de reciente invención. Lo habíamos visto dos semanas antes en el Oviedo-Alcorcón, cuando, para defender una falta que se disponía a lanzar Saúl Berjón, Boateng se colocó detrás de la barrera para tirarse al suelo en el momento en que el oviedista disparase. Se conjuraba así el peligro de que el lanzador chutase raso, para colar el balón por debajo de la barrera cuando sus integrantes saltaran. La Ponferradina de Pérez Bolo dio una vuelta de tuerca al invento y colocó detrás de la barrera a un jugador tendido en el suelo. Más moderno, por recién llegado, no puede ser, pero a más de un aficionado veterano ese refuerzo precautorio le recordaría a aquellas trancas con que se reforzaba la puerta del portal de la casa cuando, hacia las diez de la noche, se cerraba. Pedro Díaz sacó bien la falta, pero se encontró con la buena respuesta de René, que compensó así haber sido responsable de aquel apurón para su equipo, pues había sido él quien había cometido la falta, al arrollar a Pablo Pérez.

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