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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Las explicaciones que no llegan de los gestores portuarios

Los recientes episodios de las partículas de carbón que vuelan demuestran que Gijón no son las Islas Mauricio o las Maldivas

Tenemos, o para ser más exactos, se nos ha puesto la piel muy fina. A fuerza de repetirlo, nos hemos acabado de creer que esto es la bomba en lugar de una ciudad de corte industrial. Lo del turismo está muy bien y conviene esforzarse en cultivarlo y hacer crecer el sector. Lo de convertirnos en escenario de las borracheras sin fin de jóvenes de las regiones aledañas que vienen a sus despedidas de solteros y que suelen acabar en un lupanar no debe confundirnos. Esto no son las islas Mauricio ni las Maldivas, esto es una villa que fue marinera y quiere seguir siendo industrial, así que, de vez en cuando, se han de levantar polvaredas de negras partículas de carbón, ése que cuando consideramos no se mueve en la suficiente cantidad por nuestro puerto nos deja llenos de preocupación por el futuro.

Dicho lo anterior, los recientes episodios de estos días atrás han dado para, al menos, demostrar, de qué pasta están hechos algunos de nuestros gestores públicos. Los más impresentables, sin duda alguna, los gestores portuarios, que hicieron un Harpo Marx de categoría y permanecieron calladitos a ver si no se notaba que con ellos no iba la cosa. Pues sí que va y, por tanto, su deber es dar las convenientes explicaciones al momento, sin esperar a que nadie se las pida. A estas alturas, como si estuvieran de vacaciones, todavía parece que no se han aclarado de sus deberes.

Pero quien ha alcanzado los límites más descarados del postureo y la cara dura, ha sido la caritativa cirujana, esa primera autoridad municipal que no ha dudado en hacerse la gran ofendida y la ejecutiva más resolutiva, como si ella fuera parte ofendida y no formase parte del consejo de administración del puerto, que es el sitio en el que debería pedir las correspondientes explicaciones e incluso solicitar la inmediata puesta en vigor, tras analizar su coste, de las mejores soluciones.

Pero decir que "no está dispuesta a tolerar" de nuevo la misma situación, por ahora, es como querer ponerse a la altura de Moisés abriendo las aguas del mar Rojo: por ahora, dados similar régimen de vientos y parecida pila de carbón, volverá a levantarse polvo negro y da igual que la alcaldesa se ponga muy farruca de cara a la galería y se haga fotos con cara de muy enfadada o suba a la Campa de Torres a mirar las instalaciones portuarias y las montañas de minerales.

Ya hace años que Moriyón se sienta y cobra la dieta como consejera portuaria como para que ahora nos venga con estas. Resulta una actitud patética que lo dice casi todo acerca de su poca enjundia como gestora pública y de su catadura política. Está hecha con la pasta de la demagogia más barata y con la falta de sinceridad que exhiben los que, con tal de librar su responsabilidad, dicen lo mismo ocho que ochenta. Los festivales atlánticos, los pases de aviones, los recitales de verano de renombrados artistas con cuantiosas pérdidas y demás festejos veraniegos son el disfraz. La verdadera realidad son las industrias y talleres, los montones de graneles minerales en el puerto y la red de infraestructuras. Pero si nos creemos que Gijón sólo es lo que está al oriente, la ciudad jardín, mal vamos.

Estamos en manos de una aficionada que olvida su estatuto, sus funciones, los cargos que ocupa y lo que haga falta olvidar para mostrarse falsamente ofendida con tal de aparentar de que la cosa no va con ella. Pues que se ponga a la faena en donde lo tiene que hacer, en lugar de hacerse fotos con el ceño fruncido y echar pestes a micro abierto contra sí misma, que ya es el colmo.

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