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Tormenta de ideas

¿Quién lo desenrelatará?

Sobre las relaciones entre Pedro Sánchez y los independentistas

El panorama político está enrelatado, ¿quién lo desenrelatará? El desenrelatador que lo desenrelate, buen desenrelatador será. Y es que habrá que tomarlo así. No hay otra forma. Es el mundo al revés, una sucesión de disparates que están al servicio de una única idea que él mismo plasma en el "best seller" que ya suponemos será su libro: Manual de resistencia.

Se me ha preguntado qué tipo de personalidad puede tener una persona, que como él, en una loca e irresponsable huida hacia adelante, ya no sabe cómo hacer para que el título de su libro sea una realidad. Resiste, contra viento y marea. A costa de destruir, de socavar la raíz de su propio partido, de acabar con muchos años de militancia honrada en muchos casos, de defraudar a todos aquellos que tienen un mínimo de dignidad y confiaron en su liderazgo. Estaba claro que no iba a ser un buen jefe porque su mandato viene tras duros enfrentamientos en su propia casa, con su familia política absolutamente dividida, pero con una única hoja de ruta que yo supe desde el primer momento. Su único objetivo era llegar a la Moncloa, y ahora lo único que le importa en este mundo es mantenerse, porque sabe, cómo no, que no resistirá el juicio popular, el de tantos y tantos votantes socialistas que están absolutamente abochornados.

Guapo, es. Nada más. Creí realmente que después de Zapatero, que en mi opinión fue absolutamente nefasto, no podría venir nadie más corto de miras. Pero hete aquí que me encuentro con él. Con Pedro. No es inteligente, no lo puede ser. Es listo, es ambicioso y sobre todo es ególatra y egocéntrico. El ególatra puede sufrir un trastorno de personalidad narcisista cuya sintomatología tiene que ver con sentimientos de grandeza, una percepción exagerada de sus cualidades, siempre quiere ser el foco de atención, le gusta generar envidia, y tiene un elevado concepto de sí mismo, de sus capacidades y de sus actos. De ahí su necesidad de recorrer el mundo cual Willy Fog, como presidente del Gobierno, para que todo el mundo sepa quién es, para que le den la mano las altas personalidades del mundo político o social, en un loco afán de ser reconocido, lo que posiblemente tiene que ver con algún tipo de complejo que trata de compensar con una actitud exhibicionista extrema. De ahí sus poses en su avión, sus gafas de sol, el helicóptero, el utilizar todos los medios de los que dispone el primer mandatario para que no quede duda de que él lo es.

Y que lo quiere seguir siendo, cuando está claro que nunca lo conseguiría por medio de las urnas. Y en su huida hacia adelante, se alía con los separatistas, en un absurdo intento de diálogo, cuando todos sabemos que no tienen más que un monólogo que todos conocemos porque ya es un mantra, pero que él trata de interpretar de otra manera para conseguir no someterse al juicio de los españoles. Todos los que realmente fueron haciendo una España diferente, de su partido y de otros, se encuentran avergonzados: Alfonso Guerra, el "enfant terrible" del socialismo, clama al cielo; González, los barones, Borrell y todos aquellos que tienen sentido de estado están abochornados. Porque lo que va a quedar como anécdota y el principio del fin de su mandato tiene que ver con una figura que para siempre quedará en los anales de la historia política de España: la del relator.

Qué pena. Irse del Gobierno, como se irá, y que se le recuerde por ser quien descubrió al resto de los ignorantes españoles de a pie que para hablar con los catalanes todos necesitamos un relator. El mismo que relatará el fin de su mandato, porque nosotros, todos y cada uno de los españoles seremos también relatores. Relatores de la vergüenza y la humillación a la que se somete un país, por el afán desmedido y obsesivo de poder. Un nefasto relato de su mandato cuando se vaya. Por el bien de todos, mejor antes que después. Qué vergüenza.

P.D.: el que recule no hace más que que incrementar el "relato "de su fracaso.

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