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La España vacía, entre lo natural y la falta de planificación

Una reflexión sobre por qué se están quedando sin habitantes tantas localidades de muchas provincias de este país

Escribo desde una parte de esa España vacía de la que parecen preocupados, en los últimos días, nuestros políticos. Desde un pueblo de Soria, antiguo cruce caminos y de civilizaciones, al que me gusta venir de vez en cuando a descansar, a leer, a escribir, a disfrutar de cosas tan básicas como un paseo o el silencio o el cielo castellano. Medinaceli es cumbre porque está en lo alto, es historia, es cultura, es diálogo, es... Sus restos romanos, musulmanes, judíos, cristianos, nos hablan de una historia que se ha ido haciendo poco a poco, de una configuración cambiante, de un construirse y reconstruirse siempre en diálogo con el otro diferente.

Nuestra España vacía o en proceso de vaciamiento es parte de nuestra historia. Si uno indaga en ella descubre las grandes transformaciones que se han ido dando y ayuda a tener cierto punto de referencia. Que una parte de España hoy se vacíe preocupa, pero leído en el curso de la historia, es parte normal de la evolución que han sufrido diferentes zonas de nuestro país.

Con todo, cuando uno observa -y sufre- la aglomeración de ciudades como Madrid, Bilbao o Barcelona, cuando la mayor parte del empleo y de las oportunidades se concentran en unos pocos focos poblacionales, surge la cuestión sobre qué se ha hecho a nivel político hasta ahora para llegar a esta situación.

Quizás esta idílica España de las autonomías no lo sea tanto. Nuestros políticos se afanan en defenderla como si fuera un absoluto. Temo que el único argumento de fondo sea decir "lo políticamente correcto". Sin embargo, un Estado al igual que una institución, ante un mundo que cambia y se transforma, ha de dar respuestas adaptativas, ha de transformarse, y ha de pensar de modo estratégico tanto el presente como el futuro. Las soluciones o los repartos político-administrativos de hace un tiempo, quizás hoy haya que volver a replanteárselos. Pablo Casado en la visita que nos hizo en febrero dijo, además de la tontería de los frixuelos y los hórreos, que Asturias tenía que ser competitiva. Es cierto. Pero en una España cada vez más mermada a nivel demográfico, es probable que la solución política pase más por generar una alianza político-administrativa en el norte, que por el hecho de que los puertos de Asturias compitan con los del País Vasco y Galicia. Nuestro país tiene que pensar de modo estratégico, la verdadera unidad de España pasa por este tipo de planificación, por la flexibilidad de reconfigurar territorios y unidades político-administrativas; basar la unidad en una baile de banderas y banderines, en los balcones, en el cuello o en un dron, es burlarse de la inteligencia de los españoles.

Respecto a la iniciativa privada, me parece que sería bueno que se potenciara el tele-trabajo, tan extendido en países como los nórdicos. En España, al jefe, aún le gusta "controlar". Parece que uno no trabaja si no está sentado en la silla de la oficina o envuelto en reuniones poco fructíferas e interminables... Un error y una pérdida de dinero por parte de la empresa. Hay muchos trabajos que con una reunión semanal (incluso por Skype) y con una serie de objetivos fijados y con plazos concretos, sería posible desarrollarlo desde casa. Con esta posibilidad, muchas personas abandonarían ciudades como Madrid para irse a ciudades o pueblos pequeños donde la calidad de vida es, sin duda, mejor (los precios son inferiores, el aire más limpio, el ritmo de vida menos acelerado,...) Puede que, incluso, la productividad de las empresas aumentara.

La España vacía, por tanto, responde por una parte al normal transitar del tiempo y de la historia. No cabe más que aceptarlo. El pueblo de los abuelos será el pueblo al que vaya a descansar, unos verán crecer su población en verano y languidecer en las otras tres estaciones, otros quedarán fijados en la orografía del paisaje como recordatorios de nuestra historia, cultura, y raíces. Por otra parte, la situación actual responde a una falta de planificación estratégica a nivel estatal. No se vacían los pueblos, también las ciudades y las capitales de algunas provincias. La configuración autonómica actual merma un pensamiento estratégico general necesario para la supervivencia y la competitividad de nuestro país en el exterior, y a la vez para evitar el vaciamiento de zonas clave.

Que el ciudadano dé por hecho que en los grandes núcleos como Madrid está la solución, que su futuro pasa por ahí o por irse a otro país, debería preocupar mucho. Para muchos el futuro, que es ya presente, es la macro urbe que en cierto modo deshumaniza, con precios abusivos en servicios básicos, con horarios comerciales de lunes a domingo (sin compesanción de ningún tipo), con atascos infinitos que alargan la jornada laboral hasta dos y tres horas diarias, con niveles de contaminación que ponen en riesgo la salud, etcétera. En la España vacía o en proceso de vaciamiento está la solución. Nos debatimos entre un país dopado de ansiolíticos y contaminación, de ritmo acelerado y poca conexión (entre nosotros y con nosotros mismos), y otro saludable en muchos aspectos. La salud está hecha de silencio, de tierra y naturaleza, de contemplación, de ritmo calmado, de aire puro, de tranquilidad,... Sobran las fotos de nuestros políticos montados en un tractor o paseando por un pueblo perdido de Ávila. Hace falta que nuestros políticos, de verdad, apuesten por una visión estratégica de nuestro país y por la salud de sus ciudadanos. Es aquí donde nos jugamos la verdadera unidad de España.

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