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La ventana

Consumir con cabeza

La necesidad de comprar en los negocios de los pueblos y las villas para que el comercio local pueda sobrevivir

Cuando un asiduo visitante o aquel otro ocasional está a punto de adentrarse por el callejeo de Luarca, una vez traspasada la gasolinera, se encuentra con una vertical indicación donde se señala la dirección del "centro urbano" y "zona comercial".

Lo de zona comercial cada vez suena más a una broma, pues solo son un puñado de comercios los que perviven al brutal cambio de tendencia en el consumo y a la influencia de la novedosa y penetrante propaganda que a todos nos conduce como integrantes de un domesticado rebaño.

Llegados al "centro urbano" lo que prima sobre todas las cosas son locales con el cerrojo echado, locales que en otro tiempo eran una tienda ropa, una mecería, una librería o una relojería.

Lo que sucede en Luarca podemos trasladarlo a cualquier otra localidad del Occidente. Primero se fueron extinguiendo las tiendas y los bares de los pueblos, ahora le ha llegado el turno a las villas. Tan solo Navia, fruto de su preponderancia, aguanta y tiene una pequeña, pero selecta, oferta de comercios de distinta índole.

Pensar que esta situación se puede revertir es soñar. Al menos hay que evitar el deterioro total. Será muy difícil. Hemos de grabarnos en nuestra mente aquella famosa sentencia de John F. Kennedy y preguntarnos día tras día qué puedes hacer tu por tu país y por tu municipio. Todos en la misma barca. Las autoridades deben empezar por dar ejemplo y emplearse en dar una información rigurosa para que la ciudadanía no se vea engañada por modas y por medios que hoy todo lo contaminan.

Todos podemos y debemos contribuir consumiendo tantas y tan buenas cosas que se producen aquí, al lado de nuestra casa. El pan de cada día, en el despacho de la esquina. La carne de primera, de terneros alimentados de nuestros pastos. Lo mismo se puede decir del pescado, de la fruta o de la verdura.

Nadie puede escapar al atractivo de la compra online, aunque con ello estemos alimentado un monstruo que nos chupa la sangre.

No es asumible que quien regenta una cafetería no compre absolutamente nada en su pueblo. Hay quien tiene un comercio y el sábado o el domingo se va a la capital o a la provincia limítrofe a comer, a comprar y a divertirse. Eso es dispararse en el pie.

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