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Veinte años a vueltas con el faro riosellano

Proyectos que nunca llegan a ejecutarse

En septiembre de 2016 nos decían (o nos contaban, que es distinto) que el faro de Ribadesella se iba a convertir "en un plazo máximo de dos años y medio" en un centro de interpretación del caladero del Cachuchu, un área submarina protegida desde 2011 por su riqueza faunística. Y nos contaban que en el faro (o desde el faro, no lo aclaraban) se iban a ver cachalotes, tiburones, calamares gigantes y ballenas "en tiempo real". A saber qué querían decir (o contar), pero quedaba claro que "Cachuchópolis" iba a ser una cosa espectacular, entre Jacques Coustoeau y Walt Disney. Y se preguntaba este amoscado plumilla, vacunado ya contra las "demorragias" (hemorragias de demagogia) institucionales, si también podríamos contemplar desde el faro serpientes de verano, cordoveyos marinos, gamusinos nadadores, monstruos oceánicos, sirenitas encantadas, espumeros mitológicos y tritones del Sella.

Decía este escamado plumilla en 2016 que no estaba en contra de que se hiciera algo en el recinto del faro, pero que le molestaba que se nos tomara el pelo con falsas expectativas, pues entonces llevábamos ya más de quince años escuchando proposiciones estupendas para el faro, todas ellas en camelo. El primer amago de hacer algo fue durante la segunda legislatura de Pepe Miranda (1999-2003), cuando la administración de Jose Mª Aznar ofreció el recinto (deshabitado ya, debido a la automatización de la linterna) para usos socioculturales. Fueron convocadas las asociaciones y se habló de una cafetería mirador, de un parque de esculturas y de un minigolf, todo estupendo, pero nada se hizo y nada se explicó, para frustración de los riosellanos.

El segundo amago, que ya apenas levantó expectativas, tuvo lugar en 2008 durante el primer mandato de Ramón Canal, que estaba al frente (es un decir) de un gobierno municipal PSOE-IU, de infausta memoria por sus conflictos internos y su falta de eficacia. El Ayuntamiento firmó un acuerdo con la ministra socialista Magdalena Álvarez, condenada después por los ERE andaluces. Esta vez no hubo convocatoria a las asociaciones y fue Paco Vázquez, jefe de IU y concejal de Medio Ambiente, el que decidió por su cuenta la creación de un jardín botánico atlántico, una idea que nunca fue muy bien explicada, pero que también quedó en nada y de la que nadie se volvió a acordar.

Cuando en Ribadesella ya no nos creíamos nada, en 2016 llegó la propuesta de la Autoridad Portuaria de Gijón para montar "Cachuchópolis", y hubo quienes se arrimaron al faro para hacerse fotos, que es lo que más les gusta a los políticos, sobre todo a los que no valen para otra cosa. Y este escaldado plumilla se preguntaba si habían previsto cómo iban a subir los autobuses para las visitas escolares y turísticas, el aparcamiento allí arriba y otras tonterías sin importancia. Les sugería (de coña) que instalaran un funicular o un tren de cremallera hasta el faro y que se aprovecharan las incomparables panorámicas de la playa y los cantiles, en línea con la promesa de Álvarez Areces de instalar un tren turístico en la costa de Tereñes y Abéu y poner un barco para ver desde la mar los acantilados jurásicos y unas figuras de dinosaurio colocadas graciosamente en la costa. Ambas ocurrencias arecistas fueron bautizadas como "el tren de la bruja" y "el barco pirata" por el pueblo llano, que siempre anda listo para desactivar a base de rechifla y coña marinera las propuestas fantasmagóricas que a los súbditos se nos suelen caer encima en determinados momentos.

Hecho el repaso de la pequeña historia de las tomaduras de pelo en asuntos farísticos, en vísperas del Carnaval se abre camino la que podría ser una más: al parecer una empresa extranjera quiere gastar 600.000 euros en habilitar dos apartamentos turísticos en el edificio del faro, con el fin de ponerlos en alquiler. No voy a poner en duda que cada cual quiera gastarse el dinero en lo que le de la gana, pero cien millones de pesetas parecen mucha pasta para dos apartamentos, cuya rentabilidad se me antoja muy dudosa, habida cuenta además que va a ser una concesión temporal (no una propiedad) y que va a haber elevados gastos de mantenimiento en el edificio y en el recinto, por no hablar de las "peculiaridades" de la carretera de acceso.

Pero dando por bueno que esa empresa quiera gastar el dinero como le parezca, antes de nada están los intereses de Ribadesella, que indudablemente tienen más que ver con una instalación museística que con un negocio particular. El problema de fondo es que nadie se cree ya que la Administración asturiana vaya a hacer algo en el faro (ni minigolf, ni parque de esculturas, ni jardín atlántico, ni "Cachuchópolis"), y por eso este resabiado plumilla sospecha que la oferta alemana es el clavo ardiendo al que se quieren agarrar los gobernantes para quitarse el "muerto" de encima. Algunos aún mantendrán la pose de que defienden el centro de interpretación y el servicio público, pero que deben aceptar la oferta porque es lo más conveniente.

Qué quieren que les diga. En estos veinte años nos han hecho bajar a empujones la cuesta del faro como quien baja la cuesta de las ilusiones, y ya desde aquí abajo se nos hace difícil creernos nada. Ni siquiera resulta creíble la despampanante oferta alemana, que sospecho que va a servir únicamente para que hablemos de otra cosa y nos olvidemos del proyecto del Cachuchu, que en realidad nunca quisieron hacer. Ojalá me equivoque esta vez.

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