La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Bajo, la mirada del buen médico

Hace unos días supe, con tristeza, del fallecimiento del oftalmólogo Antonio Bajo, tan buena persona como profesional, que siempre estaba "ahí" cuando se le necesitaba. Siempre le recordaré con su bata blanca, tan alto y delgado, con esa sonrisa que esbozaba cuando, tras su reconocimiento, se alegraba de que todo estuviera bien. Era curioso cuando terminaba la revisión y, casi más feliz que tú misma, te decía: "Estupendo, sigue todo bien". Y luego echaba una sonrisina y te daba una palmadina cariñosa en la espalda antes de salir de la consulta.

No sólo le recordaré por ser quien me descubrió las bondades de las lágrimas artificiales, algo que cito a nivel anecdótico, pero ¡qué gran invento! Sobre todo, le recordaré por ser tan exhaustivo, tan cuidadoso, tan paciente y tan buena persona. Durante muchos años fue quien curó los pequeños males de mis ojos con una eficiencia absoluta, por eso saber que él estaba ahí era para mí sinónimo de tranquilidad, como creo que le pasaba al resto de sus pacientes.

A las personas como él nunca se les dice adiós porque viven para siempre en nuestra memoria. Así estará para mí en ese espacio donde no cabe el olvido. Con esa mirada limpia y cercana. La del doctor Antonio Bajo. La mirada del buen médico.

Compartir el artículo

stats