No hay quien ande por la Senda del Oso. Cada diez pasos aparece uno montado en bicicleta gritando: «¡Voy!», y no te queda otra que apartarte. No tengo nada en contra de los ciclistas, pero más de treinta por minuto saturan. Reconozco que el otro día acabé de ellos hasta el moño y cuando leí que un estudio médico de la Universidad de Córdoba concluye que el roce de los testículos contra el sillín fastidia el esperma, me acordé de todos ellos y tuve que reírme. Mucho gritar que «¡voy!», pero los espermatozoides ni se mueven.