La inquietud que nos dejan las últimas páginas del segundo tomo de «Millennium» se disipa en las primeras líneas del tercero. Lisbeth no está muerta, pero sí ingresada en un hospital aislada del resto del mundo y sin poder actuar. Cerca, muy cerca, también está su padre, Zalachenko, en mejor estado físico que ella y con la intención de destruirla cueste lo que cueste.

Leer el tercer tomo de «Millennium» es un ejercicio agridulce, a la excitación de continuar las aventuras de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist se une la tristeza de saber que, pase lo que pase, ésta es la última entrega de la saga. Continuamos siendo los rehenes de la prosa de Larsson que mezcla, en esta ocasión, las aventuras policiacas con la novela de espías y hace entrar en escena nuevas complicaciones para los protagonistas: los servicios secretos suecos, sociedades subterráneas que manejan los hilos del poder, la razón de Estado?

Las intrigas se vuelven a mezclar, el juego del bien y del mal se pone sobre la mesa, los campos están marcados y los personajes se alinean de cada lado, la historia de la infancia de Lisbeth se desvela hasta los últimos detalles definiendo definitivamente su protagonismo en el desarrollo de la trilogía y aumentando las incógnitas sobre cuál sería su futuro en los ocho tomos que, según se cuenta, tenía previsto escribir Larsson. En el primer libro, ella es la ayudante, el doctor Watson superdotado que apoya y roba protagonismo a Mikael en la resolución de la misteriosa desaparición de la nieta de un misterioso y riquísimo personaje; el segundo convierte a Lisbeth en verdadera protagonista, haciendo que su propia historia sea uno de los misterios esenciales de varios casos que se entrecruzan con el tráfico de mujeres como fondo y en los que informaciones nimias del primer tomo se convierten en claves que explican el desarrollo de los acontecimientos. Esta técnica de referencias muestra que podemos creer la palabra de la «viuda» de Larsson cuando cuenta que ya tenía la historia completa en su cabeza antes de escribirla.

Uno de los puntos fuertes de Larsson son sus personajes principales, Mikael y Lisbeth, descritos como personas muy reales, incluso cercanas, que nos da la sensación de conocer desde hace tiempo. Sin embargo, detrás de la máscara de cotidianidad se esconden dos personajes de cuento con poderes extraordinarios, un príncipe encantado que seduce a todas las mujeres con las que se cruza al tiempo que sale triunfante de los duelos a los que se enfrenta y un «hada bruja» moderna que puede conseguir todo lo que se propone con el poder de la informática. ¿Hay algo más atrayente que sentir nuestras debilidades reflejadas en seres poderosos, capaces de hacer frente a sus problemas, a la exclusión social, al miedo? Se equivocan, son perseguidos, las balas los hieren, Lisbeth es una «friki» y una marginada, pero, a pesar de todo, se convierten en héroes, resuelven los crímenes y, al final, se hace justicia.

Si algo se le puede reprochar a Larsson es el maniqueísmo de sus historias, los buenos y los malos están definidos de forma precisa, lo que hace caer al lector en la justificación de determinados comportamientos de los protagonistas: si toman decisiones equivocadas siempre acaban relevándose necesarias para la resolución del misterio. Tras alguna de las acciones de los personajes aparece una celebración de la venganza y una legitimación del ojo por ojo que se convierte en júbilo para nuestros instintos primarios, pero nos hace olvidar el verdadero sentido de la justicia. No podemos olvidar que tras las páginas de Larsson hay una denuncia de algunas de las peores perversiones del ser humano: el crimen, el incesto, el tráfico de personas? Y un mensaje inquietante: incluso en los países más avanzados a nivel social siguen existiendo seres sin escrúpulos que se esconden detrás de una máscara de normalidad.

Uniendo unos personajes atrayentes con intrigas policiacas sabiamente mezcladas y dosificadas que nos enganchan haciendo que nos parezcan cortos libros de más de seiscientas páginas ¿llegamos a Larsson? No, no es tan fácil, porque olvidamos la parte más importante, el toque Larsson, la marca del brillante artesano que sabe medir con exactitud las cantidades de intriga, los cambios de ritmo en la escritura y las historias capaces de maravillar a millones de personas.