Tapia de Casariego,

T. CASCUDO

Llegaron nerviosos y contentos. Siempre es así cuando hay agua de por medio. Pero lo que los niños no saben es que lo que para ellos es simplemente un juego para sus bisabuelos fue parte imprescindible de su vida cotidiana. El taller «Lavando en Represas» es una de las actividades centrales del «Día del neno celta», que cada año organiza el Festival Intercéltico d'Occidente (Fido). Con la actividad, la organización del Fido persigue implicar a los más pequeños de la casa y darles a conocer las tradiciones y costumbres de la comarca. Ayer lo consiguieron, ya que fueron más de treinta niños los que participaron en esta original iniciativa. A las cinco de la tarde, vestidos con ropa cómoda y equipados con un caldero de playa, una pieza de jabón y ropa sucia para lavar se dieron cita en el parque. La primera lección fue la del paseo: «Antes iban a lavar al río o a los lavaderos de la zona. Las mujeres solían llevar una tina con la ropa y la ponían en la cabeza para soportar mejor el peso. Vamos a probarlo», les animaron desde la organización. Los pequeños hicieron lo propio con sus cubos de playa, aunque pocos lograron equilibrarlo en sus cabezas.

La mejor parte fue la del lavado. «Primero estiramos la prenda y la mojamos en el agua. Después tenemos que darle jabón y al final refregamos y aclaramos», continuaba la explicación. Y entre risas, gritos y muchas salpicaduras más o menos involuntarias, los aprendices probaron el sistema. Tanto los más pequeños con ayuda de sus padres como los mayores, más resueltos, disfrutaron de lo lindo durante más de media hora.

Ayudando a su nieta Paula, de 5 años, estaba Sofía González, tapiega de nacimiento y vecina de Oviedo. «La idea me parece estupenda porque sirve para que los niños vean cómo era la vida antes». Dice Sofía que, aunque no le tocó lavar en el lavadero, sí que tiene ido al río con la colada. «Después también lavé mucho en un fregadero pequeño en casa, y a mano, claro», precisó.

Los padres quedaron encantados con una iniciativa que calificaron de «divertida» y «original». El director del festival, Martín Fernández, destacó el papel educativo que también cumple el Intercéltico. «En cierto modo tenemos la misión de ayudar a preservar nuestra cultura. Las nuevas generaciones deben saber cómo era la vida de antes, porque eso también les ayudará a valorar lo que tienen».

Tras el lavado, el grupo de niños, de entre 3 y 11 años, aprendió a tender la ropa mojada en un improvisado tendal. Y, tras la jornada de trabajo, tocó la hora del descanso. Primero escucharon un cuentacuentos y después degustaron una sabrosa merienda a base de chocolate y bizcochos.

El festival comienza hoy su quinta jornada. Será un día con especial protagonismo de la Escuela Internacional de Música Folk, el nombre que agrupa los diferentes talleres de instrumentos musicales. Por la mañana, a la una, habrá uno de pandereta y por la tarde -a las siete y media y a las ocho y cuarto- uno de percusión y otro de acordeón. Todos serán en el auditorio.

Este año la noche del sábado será diferente por cuanto el Intercéltico prescinde de su tradicional «Noite máxica». La organización del Fido ha decidido dar un descanso a la iniciativa para regresar con fuerza el año que viene, que será su décimo quinta edición. Este año el espectáculo será sorpresa y lleva por título: «The sweet scottish night» («Dulce noche escocesa») y su organización corre a cargo de la Banda de Gaitas de Escocia «Williamwood».