Estamos de enhorabuena. A la estupenda corrida del Conde de Mayalde ha sucedido otra aún mejor. Sobresaliente el encierro de La Quinta para la quinta de feria. Ayer si se puede decir que fuimos los toros. No a los toreros. Tres cuartos de entrada, tal vez la más floja hasta el momento, algo inusual cuando de siempre, el día de la patrona el personal tiraba la casa por la ventana rematando la fiesta con su asistencia al Bibio.

Preciosa corrida, seria, muy bien presentada, metida en 27 kilos de diferencia, es decir, más terciada imposible. Con trapío, nobles, bravos y hasta fieros, sólo hay que ver cómo se fueron al caballo el cuarto, el quinto y el sexto. Dotados de una buena armadura. Un gusto, porque cuando hay toros ha lugar a todo lo demás. Dos de ellos, el cuarto y el quinto merecieron la vuelta al ruedo.

A El Cid le tocó el lote más deslucido. Su primer toro embestía bien pero se iba suelto, desconcentrándose en la ofensiva. Aún así le dio los dos mejores derechazos de lo que va de feria. En el cuatro, con algo menos de calidad, estuvo bien con ambas manos. Una oreja en cada uno le abrieron una merecida Puerta Grande.

A Fernando Robleño el valor se le reconoce, ha toreado las corridas más duras, de manera que no entendemos cómo ante unos toros tan nobles hizo las faenas por alto, situándose sistemáticamente demasiado lejos del animal. Prueba de ello es que su terno, blanco y plata, se mantuvo impoluto hasta última hora, mientras los toros chorreaban sangre. En su segundo puso más empeño, pero la verticalidad seguía brillando por su ausencia. Toreó bien de capa, rematándose con dos excelentes medias verónicas. En el quinto su faena fue algo más ceñida, pero hiciera lo que hiciera hemos de concederle valor a todo; enfrente de él había un toro muy importante.

Mala suerte la de Javier Castaño, mató mal a su primero, pero a veces las cuentas dicen la verdad; había abusado del pico de su muleta. En el que cerró plaza sufrió, sufrimos, un susto. Pero el maestro tuvo la inteligencia de echarse al suelo cuando el de "La Quinta" lo perseguía contra las tablas. Esa breve vacilación del toro dio tiempo a las cuadrillas de quitárselo. Sus subalternos pusieron soberbios pares de banderillas, tras citar al toro con gracia.

En un palco, Esperanza Aguirre y Rodrigo Rato, que cambiaban impresiones entre toro y toro. En el tendido cinco, el portero del Sporting, Pichu Cuéllar.