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Playa de Vallina, en Cudillero, un molino junto al mar

Oviñana, en el concejo de Cudillero, cuenta con una ruta sencilla y amable para el paseante que lleva, desde el centro del pueblo y en dirección a la costa, hasta un bello rincón, junto a la playa de Vallina

Cabo y faro de Vidío.

Oviñana, en el concejo de Cudillero, es un buen lugar para olvidarse de casi todo, tanto por la belleza del paisaje como por la gastronomía, especialmente la relacionada con el marisco. Pero hay mucho más y, por más que a se vuelve a este lugar, siempre se descubre algo nuevo que seduce al viajero y lo deja en paz consigo mismo.

Hasta este enclave de gente marinera que se asoma al mar desde una altura que asombra, contemplado desde el mismo cabo de Vidío, junto al faro que guía a los pescadores en el Cantábrico, se llega por la A-8 en dirección a Galicia. Una vez pasada la indicación del puerto de Cudillero y otra de Lamuño-Salamir, se toma, a la derecha, la que indica hacia el pueblo.

Una vez en el centro del la localidad, donde se encuentra la iglesia y las antiguas escuelas, hay que detenerse ante el panel informativo sobre rutas por la zona, las cuatro diseñadas por los propios vecinos. Y elegir, en el caso que nos ocupa, "la de la flecha amarilla", que nos guiará a lo largo de todo el trayecto, unos cinco kilómetros de ida y vuelta, que sorprenderá a más de uno tanto por el escaso esfuerzo que exige como por el destino final.

Si, al poco de empezar uno se pierde, no tiene por qué preocuparse. Los vecinos son encantadores y, con mucha facilidad, muestran el camino correcto en cuanto se les pregunta por dónde ir. Tras cruzar por el pueblo, que cuenta con muchas flechas en el asfalto que van indicando la dirección correcta, se llega a una desviación a la izquierda, donde un letrero señala "la playa".

El caminante se adentra entonces en un bosque donde se agradece la sombra y el viento que sopla entre las ramas de los árboles. Al poco tiempo de andar, ya se siente el paso del río Boumión, a la izquierda, bajando hacia el mar. En sus orillas, se dice que llegaron a existir hasta seis molinos. En todos ellos, se molía maíz, trigo y escanda.

En poco tiempo, se abre el camino del bosque hacia la mar y, antes de bajar a la playa, se tiene una vista espectacular del cabo Vidío sobre el que se ubica el faro, uno de los rincones más bellos de la costa asturiana. La primera sorpresa es un gran molino a la derecha. Y, un poco más adelante hay otro que se encuentra en la propia playa de cantos rodados, donde dependiendo de las mareas, puede haber zonas con arena.

A su lado, y ya como un arroyo, cae en una pequeña cascada el río Boumión hacia el mar, agua dulce que, durante años, movió las ruedas de un molino que, como el anterior, hace muchos años que no se mueve.

Pocos son los lugares, en Asturias, donde se pueden contemplar estos ingenios tan cerca del mar. Esta playa es uno de ellos. Un sitio, sin duda, mágico y curioso donde, al tiempo que se disfruta de la tranquilidad, también cabe preguntarse cómo fueron aquellos tiempos de molienda donde, en el aire, se mezclaba el olor de la harina con el salitre del mar.

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