El año pasado estuvo a punto de llevarse el premio "Hammet". Rosa Ribas (Prat de Llobregat, 1963), filóloga que reside en Fráncfort desde hace más de veinte años, se ha convertido con varios personajes y series en una referencia de la novela policiaca española, con enorme eco internacional. Tiene novela reciente, "Pensión Leonardo" (Siruela) y acaba de reeditar "Miss Fifty" (Reino de Cordelia).

- Vuelve a la "Semana negra", pero no con una novela policiaca...

- "Miss Fifty" es una reedición y "Pensión Leonardo" la escribí entre "Don de lenguas y "El gran frío", que son historias escritas a cuatro manos (con Sabine Hofmann), por lo que van lentas. A veces tenemos pausas y me di cuenta de que necesitaba escribir algo más personal.

-¿Puede cambiar con facilidad de género literario o de tema?

-Sí, pero parando. Lo que no puedo hacer es escribir dos novelas a la vez; tampoco estar sin escribir.

-Acaba de decir que "Mis Fifty" es su novela más "relevante"?

-Lo pienso por la lectura y el uso que se está dando de esta obra. Hay mucha gente que la regala y te dice que es para una amiga calvita, es decir, alguien que está con la quimioterapia. Es un libro que se regala a alguien que lo está pasando mal. Por eso lo considero relevante; es el mensaje que me llega. Con "Pensión Leonardo" quiero, también, rendir homenaje a toda la emigración de los años sesenta.

-¿Qué es "Pensión Leonardo"?

-Ha sido recuperar una parte de historia familiar que no llegué a vivir directamente, porque Lali, la protagonista de la novela tiene doce años en 1965 y yo nací en 1963. Había una serie de historias escuchadas en casa, que estaban ahí latentes. En la familia hubo una pensión y un bar, como el que sale en la novela. Estar rodeada de gente que viene de muchos lugares, desarraigada, me resultaba familiar. Y, además, he pasado por la experiencia de vivir fuera y de ser extranjera. Bueno, es un tema que me interesa, pero quería mostrarlo desde los ojos de una niña .

-Ha elegido unos años de la historia de España no tan novelados, los sesenta?

-Me parece que no tenemos una imagen muy perfilada de los sesenta, que están poco tratados literariamente. Se habla de aquella época como la de los años felices, de la música ye-ye y de la modernización. Y, sin embargo, el franquismo estaba infiltrado en todas partes. Fue cuando se celebraron los "Veinticinco años de paz", lo que significaba un cuarto de siglo de silencio y miedo. En la novela está presente siempre esa amenaza.

-Lali, la protagonista, con su continua pesquisa casi funciona como un detective?

-Sí, es una búsqueda y hay una gran pregunta que recorre la novela: algo que no se sabe. Y ése es siempre el asunto de la novela negra. Aquí hay un gran secreto familiar y la niña, Lali, quiere saber. Ella necesitar encontrar esa historia.

-Coincide con esa necesidad que han sentido muchos nietos de los perdedores de la Guerra Civil de recuperar la historia?

-Quería hablar de la necesidad de no aceptar el silencio. Tiene doce años, que es la edad en la que los chavales empiezan a preguntar. Ella tiene una posición particular en su familia y no se deja acallar. No se ha resignado al silencio de los padres. Cuando sepa le va a doler, pero ella necesita saber.

-En menos de diez años ha creado varios personajes de relieve en la actual novela española: Irene Ricart, Cornelia Weber-Teledor o la reportera Ana Martí (con Sabine Hofmann). ¿Tendrán continuidad?

-Irene, no. La novela está cerrada, algo que me pesa porque es uno de mis personajes más queridos. La próxima entrega de Cornelia aparecerá en 2016. Para Ana Martí, el planteamiento es hacer una trilogía, así que cerraremos con la siguiente novela.

-¿Ana Martí está inspirada por alguien en concreto?

-Por Margarita Landi. A mi reportera la he tenido que rebajar un poco, porque, curiosamente, si pongo a Margarita Landi tal como era en los años cincuenta, pues no resulta verosímil. Y Margarita era próxima al régimen (franquista), mientras que Ana no lo es.

-¿Y con qué personaje se siente más a gusto?

-Con Lali y, sobre todo, con Irene Ricart, aunque esté como una cabra, o igual es por eso.

-¿El proceso de escritura al alimón con Sabine Hofmann es especialmente complicado?

-Lleva más trabajo, pero es también muy enriquecedor. Funciona muy bien la planificación de la novela, pero la escritura es difícil al tener que compaginar dos estilos.

-¿Lleva desde 1991 en Alemania, como se ve desde allí la situación española?

-La visión, en plena crisis, es cambiante. Se promueve una visión de España y de los países del sur de Europa cargada de tópicos y estereotipos. Y se cultiva otra vez la prepotencia alemana. No están como nosotros porque llevan ahorrando desde hace mucho tiempo. Eso significa que ir a un hospital alemán no es ningún placer, por los recortes. El sistema español era mucho mejor. Allí también faltan médicos, cuidadores, maestros? Las escuelas llevan años sin una mano de pintura. Es un país rico y no se ha llegado a las cotas de miseria de otros sitios. Muchos alemanes no se dan cuenta de que ellos están perdiendo también servicios.

-¿Y cómo ve usted a España?

-Creo que la gente ha dejado de aceptar que España siga siendo un país corrupto. Había una resignación que se ha perdido. Se está dando un paso en la dirección correcta, no aceptar esa resignación. El grado de tolerancia era escandaloso.

-¿Y el proceso independentista catalán?

-Desde fuera se ve como algo insignificante. Me parece una cortina de humo. Levantar el sentimiento nacionalista es útil cuando estás robando y desmantelando la que era la mejor sanidad de España.