Con la llegada del verano, la playa de Poniente y del Arbeyal adquiere un nuevo aroma que se une al de las cremas solares y al del Mar Cantábrico. El de los libros. Este olor tan característico proviene de una pequeña caseta situada en dos de los arenales de Gijón, la biblioplaya. Un proyecto impulsado por la Asociación Iniciativas Deportivo Culturales de La Calzada, que gracias al Ayuntamiento de la localidad lleva cinco años difundiendo el placer de la lectura entre los bañistas.

Desde su apertura a comienzos del mes de julio, la biblioplaya no ha parado de recibir gente, gracias a que es un lugar donde poder leer tranquilamente el periódico o cualquiera de los 300 ejemplares de libros de los que dispone, todos ellos procedentes de las bibliotecas municipales. El proyecto también ofrece la opción del trueque. "La gente deja un libro, coge otro y apuntamos el cambio", explica Cuco Jiménez, coordinador del proyecto en Poniente. Además los bañistas también pueden llevarse los ejemplares a la toalla, con la condición de devolverlos antes de que la caseta cierre, a las 18.00 horas.

La biblioplaya tiene tanto éxito que año tras año acuden a ella con frecuencia los mismos lectores, como Sara Álvarez Fernández, de 66 años, lectora asidua de LA NUEVA ESPAÑA. "Desde que empezaron a abrir vengo todos los días. Siempre a leer el periódico", cuenta Álvarez. Ésta es la práctica más habitual de los adultos, que en los días más calurosos pueden acabar haciendo cola para leer el periódico.

Como no podía ser de otra manera, este proyecto no se olvida de los más pequeños, por lo que todos los días, de 12:30 a 13:30 horas de la mañana y de 17:00 a 18:00 horas de la tarde, los niños de entre 3 y 12 años pueden disfrutar de talleres interactivos, con una capacidad máxima para 20 personas. "He venido todos los años y me encantan las actividades, sobre todo las de manualidades", declara Mariana Calvo Álvarez, de 10 años. "Me gusta cuando dibujamos", comenta, por su parte, Ana Vallina Roces, de 8 años. En los talleres, los más pequeños no sólo se divierten con las actividades, sino que también hacen amigos de otros lugares. "Estoy aquí con mis abuelos y ya estuve el año pasado, me gustó y repetí", explica el madrileño Mario Santos Huerta, de 6 años.

"Este servicio es muy importante porque ofrece un espacio donde los niños pueden divertirse y los adultos leer", comenta Ramón López, que a sus 72 años es un habitual de la biblioplaya, a la que acude todos los días a por su ración de información. La biblioplaya cerrará el 31 de agosto, aunque para algunos sea demasiado pronto. "Debería seguir en septiembre", demanda Sara Álvarez Fernández. Para ella, hay pocos placeres que se asemejen al de una buena lectura frente al mar Cantábrico.