Ha coescrito más de un centenar de canciones con el aclamado Joaquín Sabina. Natural de Los Cerralbos (Toledo), Antonio García de Diego ha trabajado bajo la batuta de grandes de la música española, como Víctor Manuel, Miguel Ríos o Ana Belén, pero de ninguno habla con tanto cariño como del maestro de Úbeda. Han compartido juntos escenarios por todo el mundo, y, en su compañía, se gestó la idea de 'La Noche Sabinera', que, cumple diez años en activo,y vuelve a Gijón el 15 de agosto en el Jardín Botánico.

-Las entradas para el concierto llevan agotadas desde hace días. ¿Cómo son los 'sabineros' de Gijón?

-Muy entregados. Desde siempre, Joaquín tiene una relación muy especial con esta ciudad. Sin ser exagerado, yo creo que Gijón es la ciudad donde más se le quiere. Esas cosas se notan desde el escenario, los gijoneses tienen con Joaquín una cercanía mayor que la que se respira en otros lugares. Excepto, en Argentina, claro (ríe). Allí los 'cholulos'-seguidores fanáticos- llegan a niveles que incluso asustan.

-No es su primera vez en tierra asturiana, ¿cómo se enfrentan a su recital del lunes?

- Hemos tocado otras veces en la Sala Acapulco y en sitios así, a los que la gente va normalmente a tomar una copa o de discoteca. Estamos muy ilusionados con tocar en El Botánico, que será como un auditorio, más íntimo, en el que la gente venga realmente a escuchar la música con los cinco sentidos.

-¿De dónde surge la idea de La Noche Sabinera?

--Se le ocurrió a nuestro manager, Rubén, que se fijó en algo parecido que hacían los "Rolling" las noches anteriores a sus conciertos. Empezamos a probar en Barcelona, y de ahí surgió la idea de invitar a la gente a subir al escenario, que yo creo que es la más característico de este espectáculo. Es lo que lo hace diferente: en la segunda parte del concierto, invitamos a cuatro o cinco personas a cantar varios temas que ellos escogen con nosotros.

-¿Qué recuerdo tiene de tocar con el Maestro?

-Fueron los años más felices de mi vida. He tocado con mucha gente: Víctor Manuel, con el que tengo tocado y viajado mucho, tanto que me ha ido 'asturianizando', y he llegado a comprarme una casa en Cándamo- Miguel Ríos o Ana Belén, pero la etapa más emocionante ha sido la que he compartido con Joaquín. Es un tipo tan generoso, creativo y genial, que te impregna de todo eso y te cambia la actitud ante la música y la gente.

- Alguna actuación que recuerde con especial cariño

- Uno de los conciertos más emocionantes fue uno que dimos dos días después de que Joaquín suspendiera una actuación en Madrid. La prensa se había metido mucho con él, así que pusimos toda la carne y el corazón por el público y por Sabina.

- Han sido varias las veces que el ubetense ha tenido que bajarse del escenario. ¿Qué papel adoptaban sus músicos entonces?

--Joaquín tiene tanto respeto al público que a veces siente un 'vértigo especial'. Le pasó en Madrid y también en Tijuana, donde lo tuvieron que hospitalizar por miedo a que le diera un infarto. Suele ser en los comienzos de gira, cuando el exceso de responsabilidad se le manifiesta a nivel físico. Ha habido veces en las que Pancho y yo hemos tenido que coger el relevo entre comillas, y tocar un par de canciones hasta que el equipo decidiera suspender el concierto, pero nunca le hemos suplantado.

-¿Responde el público igual sin Sabina sobre el escenario?

-Las magnitudes de los conciertos son distintas, claro. Con Joaquín hemos llegado a actuar ante cuarenta mil personas. Panchito y yo hacemos algo intimista para trescientas personas, familiar, como si estuviéramos en el sofá de casa tocando con amigos. Nos sentimos muy pequeñitos y muy a gusto. Aún así tenemos nuestro público, eh. Hemos tocado en Buenos Aires y en México, y en el teatro Solís de Montevideo. El 'sabinero' es universal, y eso nos sirve a nosotros para desarrollar nuestro gusto particular por tocar canciones.

-¿Cómo se enfrenta uno al reto de tener que escribir canciones?

-Casi siempre hemos escrito ente los tres, Joaquín, Panchito y yo. Como dice Sabina somos una banqueta de tres patas. Las canciones nacen con una atmósfera, un ambiente, que te guía por una dirección. Nos hemos equivocado muchas veces, pero nunca hemos seguido una metodología. Simplemente nos sentábamos los tres con una guitarra e iban surgiendo cosas. Cada uno aportaba. También es verdad que hay canciones que se te atragantan.

-¿Qué le ha aportado trabajar con Joaquín Sabina?

-Le estoy muy agradecido. No solo le admiro como escritor o poeta, también le venero como compositor, creo que sus mejores temas los ha compuesto él. Pero sobre todo, le tengo que dar las gracias por lo que me ha hecho crecer como músico. Me ha hecho tocar en la guitarra estilos que ni sabía que podía hacer sonar... Yo venía del mundo del rock y con él he llegado a tocar boleros y rumbas. Eso no se lo podré agradecer nunca lo suficiente. Me parece que ha sido muy generoso por su parte.