El 30.º aniversario de la "Semana negra" se citó ayer por la mañana con uno de las estrellas literarias invitadas a esta edición tan especial de uno de los principales certámenes de novela negra en el ámbito nacional e internacional. Jorge Martínez Reverte, periodista y escritor de 69 años, tuvo su primer acercamiento hace treinta años, en la primera celebración de este festival, cuando entre sus primeros participantes reunía al escritor soviético Julian Semionov, el novelista español Manuel Vázquez Montalbán, o el francés George Tyras, entre otros. Ayer, Martínez Reverte, habiendo tomado el relevo de sus congéneres y convertido en todo un maestro de este género, presentó la séptima entrega de la saga de las aventuras de la vida del "periodista, y no detective" Julio Gálvez -según enfatiza el autor- bajo el título de "Gálvez y la caja de los truenos".

No es la primera ni la última vez que el insigne escritor pisa tierras asturianas; "un paraíso", declara. "Asturias para mí es fundamental", enfatiza. No en vano es territorio protagonista de "La furia y el silencio", una de sus novelas que relata la historia del estallido popular de los mineros en 1962; y que también ha sido el escenario de dos de las novelas de Gálvez. Este nuevo título revive después de unos cuantos años las andanzas de un "mediocre" periodista cuya motivación es "trabajar, saber la verdad sobre algo y contarlo; porque es un periodista". Oficio en el que cree que hay una evolución, "se hace mejor, aunque no siempre. Los salarios son bajos y la gente está muy mal pagada, lo que conlleva que ésta no haga bien su trabajo", sentencia.

Bajo el paraguas de la novela negra el autor encuentra la mejor disyuntiva para "usar la basura y corrupción como elementos cotidianos" frente a otros géneros. De hecho, los presentes en el acto pudieron disfrutar de un escrito del autor a modo de presentación, donde recomendó a los periodistas abstenerse de preguntar sobre quién es ese tal Gálvez, que él mismo desconoce. "Gálvez se ha metido en mi vida, impostándose de mí de tal manera que no sé cómo apartarlo", señaló; y acto seguido, ha dedicado unas cuantas líneas a todas esas personas que le ayudan a lidiar a diario con las secuelas producidas por el episodio de ictus que sufrió hace tres años, experiencia de la que, asegura, "se aprende mucho, pero a la vez no se aprende nada. Tampoco sabes si eso sirve para vivir mejor". A pesar de los obstáculos de su readaptación a la vida cotidiana -por sus dificultades en el habla su mujer ejerce "de traductora de castellano a castellano"- los tres años siguientes no fueron baldíos y publicó cuatro nuevos ejemplares. Entre ellos esta nueva entrega de Gálvez, en la que, según explica, "buscar la información fue una tarea mucho más complicada". O "Inútilmente guapo", donde narra en primera persona su batalla contra el infarto cerebral en una prosa en la que el matiz del humor está muy presente.

Estuvo acompañado de sus más allegados, entre ellos Mercedes Fonseca, periodista asturiana y su mujer; Javier, su hermano y conocido escritor de novelas de viajes; Eduardo Riestra, editor de "Ediciones del viento", y Jesús Egido, a quienes Jorge tilda de los culpables de su llegada a Gijón, sin olvidar a Manolo Herrero, amigo y escritor, y Ángel de la Calle, anfitrión y responsable de esta edición. Sus seguidores pudieron disfrutar de un encuentro con el autor en un homenaje a su trayectoria en el género de la novela negra, a la que tantos lectores ha logrado atraer desde la publicación de su primera entrega en 1978 con "Demasiado para Gálvez".

"Humor, mucha mierda y un personaje que quiera ser libre; en este caso , un periodista", son las claves que el autor considera indispensables para escribir una buena obra negra. Pero desde luego, el humor no sólo es la llave de su escritura, sino la clave de su vida: "El humor sí es importante, la muerte no lo sé".