Llanes está de celebración. Sus trajes típicos, los de porruanu y aldeana llanisca, ya son bienes de interés cultural (BIC) con carácter inmaterial. O, mejor dicho, lo serán en cuanto el Consejo de Gobierno apruebe el informe final favorable emitido ayer por el pleno del Consejo de Patrimonio Cultural. Ha sido un largo camino, iniciado hace ya tres años, con final feliz.

El logro se ha alcanzado, en buena medida, gracias al completo dossier presentado por Magdalena Fernández-Peña Bernaldo de Quirós, férrea defensora de la ortodoxia de la vestimenta, por encargo del El Pericote de Llanes, la asociación Bando de La Magdalena, la asociación Bando de San Roque y la asociación de Festejos Virgen de Guía. También determinante fue un informe de la Asociación Asturiana de Antropología y Patrimonio Etnológico (ASAPE).

Fernández-Peña estaba ayer feliz. "Para mí es una gran satisfacción. Es un espaldarazo. Me acuerdo de mi abuelo José Bernaldo de Quirós y Argüelles, y de lo que disfrutaba viéndonos correctamente vestidos", rememoró emocionada. Abogó por que la protección sirva para que el traje mantenga su esencia. "El traje debe ser tomado muy en serio. Vestirse de aldeanas es un rito para los que de verdad lo sentimos. Las aldeanas deben abstenerse de llevar alpargatas y los porruanos de llevar gafas de sol y de no ponerse la montera", resaltó.

El traje de llanisca es, en opinión de Fernández-Peña, un elemento vivo. "Hemos tenido la suerte en Llanes de haber conservado un traje de estas características, vivo, que cambia con las modas en base a bordados o colorido, pero las piezas del traje son las que son". También destacó la "inestimable colaboración" de dos expertas, las antropólogas Yolanda Cerra y Fe Santoveña, para que el sueño de muchos llaniscos de ver declarado Bien de Interés Cultural a un elemento esencial de su idiosincrasia se haya hecho realidad.

Según el informe de Patrimonio Cultural, los trajes de aldeana y de porruanu se configuran en el siglo XIX como consecuencia de la reconstrucción y reinvención de los atuendos populares del concejo, por influencia, entre otros, de los bandos. Y añade: "son portadores de un alto valor simbólico para la comunidad y responden a un protocolo concreto y unos códigos no escritos, transmitidos de padres a hijos, que merecen ser protegidos".