Los toros de Sánchez Arjona, la magia zurda de Alejandro Talavante y la frescura templada de Andrés Roca Rey borraron de un plumazo el tedio del jueves. De mirar constantemente el reloj, a despreocuparse por la hora, confiando en que la tarde no acabase nunca. Igual que los naturales de Talavante, que parecían alargarse hasta la eternidad. Triunfaron ambos, uno se fue en hombros y el otro a pie, por la espada. No sería justo, ni ético, compararlo. La grandeza del toreo es que ambos conceptos son compatibles porque emocionan. Ante tanta verdad, la de Roca Rey y Talavante, cualquier argumento contra la fiesta es pura mentira.

"Ahora que aún perfuma el recuerdo" de la tarde, que dice la canción "la flor de la canela" de Chabuca Granda, "déjame que te cuente limeño" que serás figura de época. El soberbio toreo de capote con el que recibió a su primero fue una declaración de intenciones. Una cordobina, de inicio, y luego una serie de verónicas, con la pierna palante y ganando terreno hacia los medios, con una media como remate, fueron impecables. Se lo dejó vivo en el caballo y ofreció un abanico de suertes en el quite: chicuelinas, cordobina, tafallera, medio farol, caleserina y larga cordobesa. Diferentes suertes, misma quietud.

Brindó al público pues el toro de Sánchez Arjona, extraordinario y merecedor de la vuelta al ruedo, apuntaba su buena condición. Soberbios muletazos por el derecho, con la mano baja e invadiendo los terrenos del toro. Lo citó en largo gracias a la prontitud y buen galope de "Acertado", lo llevó cosido a la tela y le dio viaje largo en cada muletazo. El toro se desplazaba con humillación, fijeza y nobleza hasta el final del muletazo. Lo aprovechó Roca Rey para templarse y torear de dulce en esa primera fase su labor. Sobresaliente la tanda siguiente, al natural. La segunda parte de la faena, cuando acortó distancias, colmó de emoción al público por su quietud impávida. Entre los pitones. Optó entonces por el toreo en redondo, y los circulares invertidos, un planteamiento más angustioso cuando en un cambio por la espalda casi se lo lleva a los lomos. El desplante sin muleta puso al público en pie. Enterró el acero, algo caído, y rodó el toro. Fue el delirio en los tendidos que no dudaron en premiarle con las dos orejas de ley. Como de ley era la vuelta al ruedo que mereció "Acertado", fuertemente ovacionado. Dos bravos.

Salió en el sexto como si no hubiera ya dos orejas en su esportón. Se echó el capote a la espalda en el centro del ruedo y citó en largo. Se le vino encima el de Arjona, le hizo un extraño y sólo porque la Virgen de Begoña y Santa Rosa de Lima hicieron collera para bajar al ruedo en ese instante se libró de ser arrollado. No se amilanó y quitó por saltilleras. Volvió a brindar al público pero, esta vez, el guión fue distinto porque así se empeñó el desrazado toro de Arjona. Su basta embestida imposibilitó el lucimiento de Roca Rey, nuevo ídolo de El Bibio .

Luego llegó Alejandro Talavante. Sucedió en el quinto, de nombre "Zapatero" que embistió bien a izquierdas. Sería casualidad. Su primera tanda al natural valía la entrada, la segunda el abono. Lo suyo fue la sublimación del toreo con la mano izquierda, esa mano que en Talavante es un prodigio de la naturaleza. Quizás fueron cuarenta naturales, o igual treinta. Contarlos y no cantarlos hubiese sido pecado. No me hagan caso, pero creo que uno de los pases de pecho aún no ha terminado. Talavante mantuvo la magia cuando montó la muleta y citó por el derecho donde encandiló con una arrucina que llegó más al tendido. En la suavidad, hondura, ligazón, profundidad, empaque, quietud de la franela colaboró la fijeza, humillación y calidad del toro de Arjona. Volvió Talavante a la zurda para llegar al éxtasis, se abandonó frente al toro y se vació por completo. Obra maestra a la que todavía añadió unos ayudados por alto con la misma torería. Se interpuso la espada porque mató mal. El estoque no entró a la primera ni tampoco a la segunda. Un "déjà vu" con Talavante. Pero ya lo dijo Curro Romero: "matar, que palabra más fea".

Quiso el infortunio que Talavante abriese plaza. Saltó al ruedo en primer lugar el que estaba reseñado como segundo. El toro rompió la puerta de chiqueros y ya estaba en la manga cuando se abrió el toril. Con ese toro se lució por chicuelinas y destacó, sin saludar, Juan José Trujillo con los rehiletes. Ahí también dejó pasajes de preciosa factura.

El Fandi paseó una oreja de su primero, al que lidió con notable voluntad en todos los tercios de la lidia. Se le pidió con fuerza la segunda pero, teniendo en cuenta que ni lo probó por el izquierdo, cae por su propio peso la petición. El cuarto le no dio opciones pese a sus intentos.

Por cierto, a la salida de la plaza me escribió un mensaje una amiga para advertirme la banda acompañó la faena de Talavante con la melodía de "La Misión". Quizás, pero se escuchaba más alto y más claro a los vuelos de su muleta porque la faena fue de cante grande. Toreo tan caro que, de tener algún día más verdad, si cabe, sería palabra de Dios. ¿O ya tiene la misma verdad?