En Tapia, la devoción por Nuestra Señora del Carmen está por encima de la religión. Es una cuestión de fe, de esperanza, de ilusión por volver a encontrarse y fundirse en un abrazo con aquellos que partieron a la mar. El Carmen es esa luz en las tinieblas a la que agarrarse cuando las fuerzas comienzan a flaquear. Y por eso el amor de este puerto pesquero a su patrona, a la patrona de todos los marineros, es incondicional. Ayer, como cada 16 de julio, quedó patente de nuevo esa devoción por la imagen, en una celebración multitudinaria que abarrotó las calles y el muelle de la localidad, y que lució con más esplendor que nunca gracias al trabajo de las decenas de personas que engalanaron con coloridas alfombras las calles tapiegas.

En una jornada de sol y calor, el traje típico de los tapiegos relucía con más fuerza: camisa blanca, pantalón o falda azul y pañuelo marinero al cuello. Cuando apenas pasaban unos minutos de la una de la tarde, la esplendorosa imagen apareció por la puerta de la iglesia de San Esteban, lista para iniciar el recorrido de todos los años hasta el puerto. Nuestra Señora del Carmen, llevada en volandas por la multitud en procesión, atravesó en su itinerario la plaza de Campogrande, cruzó el recuperado arco floral junto a la fuente del Pilón y se adentró por las angostas calles del barrio marinero de San Blas, enfocando el muelle, donde la aguardaban decenas de pequeñas embarcaciones de bajura y también un recién llegado, el buque pesquero "Manolo del Terín", el único de gran tamaño que se estrenó en este año. Todos hicieron sonar sus sirenas, en honor a su patrona, cubierta por una lluvia de pétalos antes de escuchar las palabras del párroco local, Andrés Pérez.

"Hemos traído a la Virgen del Carmen al puerto para que siga bendiciendo un año más a nuestros pescadores y a nuestras familias", expresó el párroco, que en este año de tantas tragedias en las orillas más desfavorecidas quiso tener un recuerdo para ellas: "De aquellas personas que atraviesan África para venir a la Europa feliz, muchos se quedan en el camino. Las familias no saben qué fue de ellos, hasta que quizás meses o años después se enteren que no han podido pasar", dijo el sacerdote, pidiendo igualmente protección para ellos a Nuestra Señora del Carmen. La tradicional Salve Marinera, entonada al unísono, y una estruendosa salva de voladores completaron la emotiva tradición, y la imagen emprendió el camino de regreso a la iglesia parroquial.

Todo el trabajo de las alfombras florales, compendió de esfuerzo y tesón, lució perfecto, como reconocía, a las puertas de la iglesia, Natividad Fernández: "Estamos muy contentos, porque las condiciones son muy buenas y se ve el esfuerzo".

Tapia disfrutó, de esta manera, de su día grande, el día que los tapiegos, vivan donde vivan, esperan durante todo un año. Es el caso de Manuel Pérez Iglesias, residente en Gijón pero con familia, marinera, de Tapia. "En la época de las tinieblas, cuando no había información, no se sabía nada de los que salían a la mar. Por eso se aprecia tanto a la Virgen del Carmen, porque aunque no seamos creyentes, nos emocionamos", señaló.