Los dos se llaman José Antonio Bulnes, son padre e hijo, de Caracas (Venezuela), y apenas se han sentado en todo el trayecto. El abuelo era de Cangas de Onís, pero es su primera vez en el tren del Sella. Su fascinación es equiparable a la de todos los que a su alrededor se agolpan contra las ventanas del vagón, algunos encaramados a los asientos para ver mejor que las cuatro primeras embarcaciones del Descenso están a punto de enfilar a muy poca distancia la ría de Ribadesella.

El tren fluvial que cada año toma la salida en Arriondas y acompaña a los palistas junto al río es el mejor "palco" sobre el Sella, un servicio necesario. "Me gusta el tren por naturaleza, éste en particular es una delicia porque nos permite seguir el recorrido de la prueba en distintos puntos estratégicos y teniendo una muy buena perspectiva, por eso mi deseo es que dure muchos años más", comenta Gerardo Núñez, que baja el Sella en tren por segunda vez con su mujer, Nadalina Quirós. La riosellana Maria Luisa Rodríguez, por su parte, hace especial hincapié en el mayor de sus beneficios, es la única manera de ver el principio y el final de la competición: "Es maravilloso poder ver a los piragüistas durante todo el recorrido hasta llegar a la meta, por eso me gustaría que esta tradición no se perdiese".

Luis Ruiz es madrileño, se ha mudado a Ribadesella, y se muestra asombrado con la decoración. "El ambiente que aquí se respira y su comodidad es algo que lo convierte en un tren de época, es algo mágico". También los hay nostálgicos con épocas pasadas, como el toledano José López, que vino a ver el Descenso durante su juventud y recuerda los tiempos en los que en determinados lugares del recorrido, el tren se paraba y los pasajeros se bajaban y corrían para seguir más de cerca la prueba. "Era muy divertido", añadió.

Para Juan Carlos González, el maquinista, es su primera vez en la cabina del tren fluvial, pero también recuerda los tiempos, menos estrictos en cuanto a la seguridad, en los que en lugar de siete eran veinte los vagones y como no se controlaba tanto el número de pasajeros viajaba mucha más gente. González también destaca las medidas de seguridad que se adoptan para que no haya ningún peligro ."Tenemos un protocolo establecido. Antes de la salida del tren fluvial, parte de Arriondas una máquina exploradora con guardias civiles y perros para que no haya nada en la vía que perjudique el recorrido". Todo esto es necesario para que la prueba pueda disfrutarse de la mejor forma posible. Porque "si no hubiera tren fluvial", destaca el maquinista, "las piraguas ya no serían lo mismo".

El Descenso del Sella desde el tren "piragüero" se puede vivir por diferentes motivos. Hay a quienes la tradición les impulsa a venir año tras año y además contagian a los neófitos de la familia. Es el caso de José Antonio Prieto, incondicional del Sella al que este año acompaña por primera vez su primo, Gaspar Prieto, que, pese a ser de Ribadesella y tener 61 años, no había podido seguir la competición por las obligaciones de su oficio de hostelero. El cántabro David Núñez lo hace empujado por su pareja, la riosellana Paula Gutiérrez. También en pareja lo viven Marta Rey y Luis Ruiz, que declaran que "cuando éramos más jóvenes veníamos más por la fiesta de noche, ahora disfrutamos viniendo en pareja a ver la competición". Pero también los hay que, aunque no sean asturianos, habían venido de jóvenes y ahora quisieron repetir con su mujer e hijo, como José López, con María Pacheco y Rodrigo López.

La nota internacional viene también de la mano de un grupo de seis jóvenes mexicanos, descendientes de asturianos, pero en este caso de Ribadesella, que tampoco quisieron perderse la prueba desde el ferrocarril.