Pravia perdió ayer a 30.000 personas. No en sentido estricto, no es que se haya producido una migración masiva del concejo o que alguna fuera extraterrestre haya abducido a parte de la población. Ese es, grosso modo, el volumen de visitantes que hace un año se desplazaron a la localidad a celebrar la fiesta del Xiringüelu. Ayer, las calles de Pravia estaban semivacías, y la fiesta, una de las romerías más multitudinarias del verano astur, se había convertido en poco más que una fiesta local, para disfrute casi exclusivo de los 8.000 habitantes del concejo, y de corte eminentemente urbano, toda vez que la Cofradía del Xiringüelu decidió cerrar el prau Salcéu para evitar aglomeraciones. Como ya pasó en otras fiestas, como El Carmín de Pola de Siero, el covid liquidó la romería.

"Fue una decisión dura la verdad. Era algo que nos veíamos venir por cómo se iban sucediendo las cosas, por lo que no nos quedó otra solución. Si se suspendieron los Sanfermines, las ferias de Abril, el Descenso del Sella, como vamos a montar nosotros nada. Lo primero es siempre la salud" confiesa Adolfo Marcos, presidente de la Cofradía del Xiringüelu, sobre la decisión de cerrar el Salcéu. "Esto es lo que esperas durante todo el año, para poder ver a los amigos que llevas tiempo sin estar con ellos, estar tranquilamente de fiesta? Solo si eres de Pravia sabes lo que se siente con el Xiringüelu", añade Marcos, que ya tiene la mirada puesta en el 2021, aunque "solo si la situación mejora y es totalmente seguro".

Pero que no hubiera romería no significa que los pravianos no celebrasen su fiesta, siquiera con una sesión vermú más larga de lo habitual. De hecho, hasta se acuñó un lema para la fiesta, como marca la tradición: "¡Haxa salú! Xin Xiringüelu". Una sentencia que sirve a la vez de homenaje al añorado José Naveiras Escanlar, "Pepe el Ferreiro", fallecido el pasado junio, y de divertido guiño a las restricciones sanitarias que han obligado a suspender la fiesta, aludiendo a la sentencia que popularizó el fundador del Museo Etnográfico de Grandas de Salime. Un lema que, en vez de estamparse en pañuelos, este año se reproducía en mascarillas. El signo de los tiempos.

"'Haxa salú' era la despedida que solía decir Pepe cuando acaba sus discursos, y nos pareció un homenaje muy bonito a su figura, además de que encaja perfectamente con los tiempos que estamos viviendo", comentan desde la Cofradía, por cuyos planes pasaba que el reconocido etnógrafo preparara unas palabras cara a la celebración de este año. Planes truncados por la pandemia y por el fallecimiento del Ferreiro, dos meses atrás.

Aun con la suspensión de la fiesta, nadie se esperaba ver ayer las calles de Pravia semivacías. "Nos esperábamos encontrar la plaza llena de gente joven la verdad. Conocemos la fama del Xiringüelu y pensábamos que aunque la gente no se acercara al prau Salcéu a celebrar allí la fiesta, estaría por la plaza", comentaba ayer María González, vecina de Oviedo. "Sí que ves a gente vestida con el uniforme de la peña, pero todos con la mascarilla y sentados en una terraza tranquilamente", añadía la ovetense, celebrando el civismo y el sentido común con el que se comportaron ayer los pravianos, pese a la pérdida de su emblemática fiesta: "la gente de otros sitios debería fijarse en cómo lo están haciendo aquí".

El temor a las aglomeraciones era tan grande que el Ayuntamiento de Pravia había pedido ayuda a Delegación de Gobierno para establecer controles en los accesos a la localidad, y garantizar que se cumpliesen las medidas de seguridad e higiene dentro del casco histórico. La presencia de estos refuerzos se hizo notar, especialmente con los rigurosos controles en los accesos a la villa, pero ni se registró la masiva afluencia de visitantes que se temía, ni se produjo aglomeración alguna. En las calles semivacías de Pravia, ayer, había sitio de sobra, y tampoco costaba demasiado hacerse un hueco en las terrazas.

"Muchas peñas y amigos han decidido juntarse en Pravia este fin de semana. Desde el Ayuntamiento debemos velar por el cumplimiento de las normas vigentes y ante la previsión de afluencia de personas hemos solicitado colaboración a Delegación de Gobierno para este fin de semana. El Xiringüelu se celebrará en 2021, este año toca ser prudentes", se justificaba David Álvarez, alcalde de Pravia. Tampoco hacía falta: vecinos y visitantes entendían perfectamente la necesidad de implementar medidas de seguridad y control de accesos, en un momento en el que los continuos rebrotes amenazan con echar por tierra el sacrificio que supuso el confinamiento.

"Entendemos de sobra que hayan montado este dispositivo. No sería la primera vez que hacemos las cosas mal, y es normal que desconfíen, pero nos estamos portando bien. Tenemos que tener responsabilidad y respeto por la gente que lo está pasando mal" asegura Yedra Riesgo, integrante de la peña La Tribu. "Estamos tristes porque no podemos bajar al campo, aunque nos hemos reunido a tomar algo todos juntos. Estamos deseando poder escanciar el primer culín el año que viene", añade.

Los integrantes de la peña El Xiringuito comparten este mismo deseo. Pelayo Aranda, uno de sus miembros, comentaba ayer que están viviendo los festejos "de la forma más normal posible, intentado hacer las cosas bien". Para él, lo más importante es "llevarlo con la mayor solidaridad posible, sobre todo con la gente mayor del concejo, que son los más vulnerables". Ambas peñas dejaban claro que no iban a bajar al campo bajo ningún concepto, y que en Pravia no se iban a ver las escenas, nada gratificantes, de otras fiestas y eventos en los que no se está haciendo caso a las normativas de prevención.

Los hosteleros destacaban ayer el civismo de vecinos y visitantes. "La gente está muy tranquila y todo está yendo bien. Por ahora el comportamiento está siendo ejemplar. No hubo ningún follón por las calles, así da gusto", explicaba Juan Antonio Alonso, camarero en uno de los establecimientos más concurridos.

"Los vecinos están teniendo un comportamiento excepcional. Pensábamos que iba a bajar gente al Salcéu, pero esto está vacío. Estamos muy orgullosos", comentaban los integrantes de la Cofradía del Xiringüelu, delante de ese campo de sueños que ha acogido tantas noches memorables. En ese terruño en el que nacieron amores eternos y amistades inquebrantables, lleno de anécdotas, proyectos y recuerdos imborrables, que este año se ha tomado una pausa en su férrea relación con la gran fiesta de Pravia. El Xiringüelu quedó "pa prau", pero no para el Salcéu, que ayer estaba vacío.

Porque, a fin de cuentas, la gente le teme al "bicho", y eso está bien. El gijonés Marcos Suárez reconoce que la amenaza del covid-19 incluso le hizo plantearse no acudir a Pravia, aunque no se arrepiente de haber cogido el coche: "tenía "cierto miedo a venir hoy hasta aquí, pero me ha sorprendido mucho la gente. No hay aglomeraciones, todo está muy tranquilo, se puede disfrutar de un buen ambiente, hay buena música. Estoy muy sorprendido la verdad". Era la imagen de un Xiringüelu atípico, extraño, coronavírico. El año que viene, con suerte, volverán el bullicio y las aglomeraciones, y el prau Salcéu recuperará su lugar preeminente en la fiesta. Pero hasta entonces, ya que no hay Xiringüelu, "haxa salú".