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Los vestigios del Camino en Oviedo

En doce siglos de historia compartida, la ruta jacobea ha dejado una huella indeleble en la capital asturiana que se puede rastrear aún hoy en la Catedral y en las calles

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Curiosidades del Camino Primitivo de Santiago

El Camino de Santiago es indisociable de Oviedo. Doce siglos de historia compartida entre la vía sacra y su origen primigenio, su cuna, han dejado vestigios materiales e inmateriales por toda la ciudad. Algunos tan visibles como la Cámara Santa, otros apenas insinuados en alguna entrada del callejero. También están los legados de la memoria, aquellos elementos asociados al Camino que desaparecieron con el paso del tiempo, pero que nunca han sido olvidado. E incluso hay algún vestigio secreto, como el misterioso arco trazado en esviaje en la boca norte del pórtico de la Catedral de Oviedo. Son las huellas de ese camino hecho de piedra e historia que atraviesa el alma de Oviedo.

La fisonomía de la ciudad ha cambiado de forma considerable a lo largo de los siglos, y el tránsito de los peregrinos se ha ido amoldando a esos cambios, como el agua de un río se adapta a las modificaciones en su cauce. En la Edad Media, los peregrinos entraban en la ciudad, principalmente, por dos puntos: la calle de La Ferrería, hoy Mon; y el arco de Cimadevilla, la principal entrada a la ciudad siguiendo el camino de Castilla.

Esta segunda vía era, de hecho, la más utilizada, aunque una y otra confluían en el mismo sitio: la Catedral de Oviedo. Los peregrinos accedían al templo por la parte este del pórtico, tras recorrer las calles de una ciudad muy distinta. La gran plaza abierta ante la catedral no existía, solo un babel de casas humildes. El gran incendio de 1521 arrasó este entramado urbano, aunque volvería a florecer en los años siguientes, adquiriendo mayor distinción a partir de la Edad Moderna, cuando se levantaron en las cercanías edificios como el palacio de Malleza-Toreno. Pero toda la trama urbana perviviría hasta 1928, cuando el noreñense Enrique Rodríguez-Bustelo, arquitecto municipal de Oviedo, ejecutó su proyecto de ensanche de la plaza de la Catedral, derribando esas manzanas para potenciar el templo.

La propia torre gótica de la Catedral, una vez concluida, serviría a los peregrinos como un faro que les guiaría hacia el templo, al que accederían desde el sur. Al interior, los fieles acudirían a la Cámara Santa, a ver las reliquias allí custodiadas, pero también a rendir culto a la imagen del Salvador, una hermosa escultura románica, fechada en el siglo XIV, y que se cree que fue donada por el obispo Gutierre de Toledo. Situada a la derecha del altar mayor, en el lado de la Epístola, la imagen se eleva, significativamente, sobre una peana que integra tres conchas de peregrino. De la devoción a esta figura, y de la propia condición de Oviedo como cuna del Camino, nació un dicho popular cuyo origen se ha rastreado hasta una canción medieval francesa: "Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y olvida al Señor".

El tránsito de peregrinos propició el crecimiento de Oviedo y de la propia catedral. En el interior del templo, incluso existió un cementerio de peregrinos. En origen, los peregrinos con derecho de enterramiento eran sepultados en la capilla de Don Gutierre, demolida en el siglo XVII para edificar la girola y la capilla de San Ildefonso. A partir de ese momento, los peregrinos pasaron a tener una capilla cementerial propia, vecina al testero de la Cámara Santa y con entrada propia desde la calle San Vicente, tal y como ha precisado Yayoi Kawamura. Pero la capilla fue demolida a principios del siglo XX: en su lugar hay hoy un solar con un olivo que, según la tradición, creció a partir de una semilla traída a Oviedo, desde Tierra Santa, por un peregrino.

Tras arrodillarse ante el Salvador y admirar las reliquias de la Cámara Santa, los peregrinos salían de la Catedral por la puerta que es hoy la entrada principal al templo, al norte del pórtico. Allí se conserva un misterioso arco, trazado en esviaje, que tenía una función evidente.

Hay que precisar que, hasta la reordenación urbana que propició la gestación de la plaza de la Catedral, el pórtico era una calle más del trazado urbano de Oviedo, un "pasaje cubierto que une la Catedral y la ciudad", como apunta Pilar García Cuetos, quien revela la función de ese arco en esviaje, cuya traza se desarrolla en diagonal respecto al pórtico: esa salida señalaba a los peregrinos la dirección hacia el Hospital de San Juan, que se localizaba en la actual calle de Schultz, y que se mantuvo en pie hasta su demolición en 1882.

La salida de los peregrinos de Oviedo se articulaba a través de la puerta de Santiago, también llamada de San Juan, que se abría entre las actuales calles de Jovellanos y Argüelles. Extramuros, en los arrabales, pronto se asentaron artesanos y comerciantes extranjeros, que ofrecían sus productos a los jacobeos. Allí se asentaron, a partir del siglo XIII, numerosos emigrantes franceses, procedentes principalmente de la región de Gascuña. Ahí nacería un topónimo que hoy da nombre a una de las calles más conocidas y concurridas de Oviedo: la calle Gascona.

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