Xuacu Álvarez ha escalado el Picu Urriellu 350 veces. Pero recuerda con especial cariño una en la que no logró con un cliente la ascensión, la única en toda su carrera como guía.

Gerald, un excursionista que acudió a la zona con un grupo, abrió la ventana de su hotel y vio a lo lejos una montaña "magnífica". Preguntó qué era y le dijeron que lo conocían como el Naranjo de Bulnes. Aquel hombre enmudeció y solicitó la manera de llegar a él para coronarlo, en aquel mismo momento.

Desde el hotel llamaron a Xuacu para plantearle la idea. Le dijeron que había escalado el Mont Blanc, aunque de aquello hacía ya medio siglo. Cuando el guía llegó se encontró con un señor de 82 años lleno de actitud e ilusión. Aceptó el trato y decidió llevarlo hasta el Urriellu.

Tardaron cinco horas en recorrer la ruta de Pandébano a la vega y cuatro más en llegar a la base. Se equiparon y lo intentaron, una y otra vez. Gerald puso todo su empeño en la ascensión, pero fue imposible. Cuando bajaron y guardaban la equipación, Xuacu se interesó por aquel interés repentino.

Gerald le contó que siendo joven se había enamorado de una española que trabajaba como criada en Panamá. Ella le explicó que en su pueblo había una "piedra enorme" a la que llamaban el Naranjo de Bulnes. Nunca le dijo qué nombre tenía el pueblo, ni él buscó más. Cuando Gerald ya era viejo viajó a Cabrales y descubrió sin buscarla aquella piedra. Y recordó aquel amor. Y volvió, por unas horas, a ser joven de nuevo.