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De guapo subido | 1 | Bandujo (Proaza)

La aldea durmiente quiere despertar

Los 18 vecinos del pueblo claman por inversiones en hostelería y turismo: “Ser muy guapo solo no sirve, no hay ni bar”

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Abel Alonso, ayer, posando para LA NUEVA ESPAÑA en Bandujo desde el barrio La Reguera: al fondo, el monumento referente del pueblo, la torre de los Tuñón. Fernando Rodríguez

Abel Alonso siempre oyó desde niño historias en la familia sobre Bandujo. Como aquella que le contó su padre de cuando era niño y tuvieron que acudir a un funeral en esta recóndita aldea de Proaza. “Como no había carretera fue necesario hacer noche aquí”, cuenta el arquitecto de Grado, afincado en Candamo y profundo conocedor de la historia, las costumbres y tradiciones, la geografía y, cómo no, de la arquitectura de su tierra de origen.

Alonso ha sido uno de los cien asturianos que ha participado en la gran encuesta de LA NUEVA ESPAÑA para elegir los 20 pueblos o localidades más guapas de Asturias. Él votó en primer lugar Bandujo, que inicia la serie “De guapo subido” en este suplemento de verano. “Las cinco que voté tienen una cosa en común: son auténticas, pueden estar más o menos vivas, pero hay actividad. Todas conservan su identidad. Alguien que vivió aquí hace tres siglos podría reconocer el pueblo hoy en día perfectamente”.

Panorámica del pueblo de Bandujo (Proaza). Fernando Rodríguez

Es Bandujo, por así decirlo, una aldea durmiente, una bella aldea durmiente que quiere despertar. Y esperan a ese “príncipe” del cuento en forma de dinero, de inversiones en algo que su puñado de vecinos fijos (unos 18) señalan sin pensarlo: hostelería y turismo. “Lo que más necesita el pueblo es que los empresarios sobre todo del ramo de la hostelería y del turismo se decidan a invertir aquí para darle más vida. Un restaurante, un hotel...”, sostiene Roberto García, presidente del colectivo vecinal. “Publicidad tenemos bastante”.

No tienen que jurarlo. Aseguran que uno puede darse de bruces estos días con una fotografía gigante de Bandujo, de la campaña de promoción turística del Principado, en el metro de Londres. “Ser muy guapo solo no sirve. Aquí viene mucha gente el fin de semana, más a partir de ahora que empieza el verano. Pero tal como se vienen, se van, no paran porque no hay donde hacerlo”, resumen Chema Siñeriz e Ismael Álvarez, convertidos en improvisados guías de lujo para el periódico.

Gorra colgada en la cruz de una tumba del cementerio

Gorra colgada en la cruz de una tumba del cementerio

Chema Siñeriz, delineante jubilado y con casa en la entrada de Bandujo, de donde es su mujer María Teresa Tuñón, tiene una copia de las llaves del cementerio y de la iglesia, que enseña a todo el que quiera. Se sabe la historia del pueblo al dedillo y describe orgulloso el interior del templo románico de Santa María, con origen en el siglo IX.

Recalca Siñeriz y le secunda Ismael Álvarez que Bandujo fue capital de Proaza hasta principios del siglo XVIII. “Aquí había de todo, calabozo, ayuntamiento, escuelas, hasta dos bares...”, explica el primero. Ahora, por no haber no hay ni niños, solo los que acuden con sus padres los fines de semana. “Hay misa cada 15 días y yo me encargo de traer desde Oviedo a unas monjas a celebrar la palabra de forma regular”, apunta Siñeriz.

La iglesia y una casona.

La iglesia y una casona.

El oficio religioso tiene lugar dentro del pequeño templo, perfectamente cuidado por los vecinos, con tres altares: del siglo XVIII los de los laterales, bastante más antiguo, sin datar, el del centro. Está presidido por una llamada Virgen dadivosa (con las manos grandes, símbolo de dar limosna), una talla antigua, que luce bastante conservada y que hace décadas fue restaurada como se pudo, “con una capa de titanlux”.

Un vecino en quad por Bandujo.

Un vecino en quad por Bandujo.

Cosas de los pueblos, en los que la necesidad y la falta de medios agudiza el ingenio para salir adelante. Y eso que ahora es mucho más fácil vivir en Bandujo. Que se lo digan a Ismael Álvarez, quien nació en 1935 en la aldea y hasta 45 años después no dispuso de una carretera en condiciones para llegar a la misma. “Ya era moral, ¿eh? Venir por el camino desde el puente de Llaneces. Una hora o poco más”, explica.

Fue el de Ismael, un Jeep, el segundo coche que llegó a Bandujo. “El primero fue el de un maderista. La carretera lo cambió todo”, cuenta.

Por eso mismo, porque tantas veces transitó y con mucho esfuerzo por el viejo camino, se echa las manos a la cabeza – “ya hay que tener humor...”– cuando se encuentra con gente como el ovetense Avelino Hernández, quien este miércoles se animó a conocer a pie el pueblo después de ver el pasado fin de semana que había ganado la encuesta en LA NUEVA ESPAÑA. “Siempre tuve ganas, muchas referencias, lo vi en el periódico y me animé”, explica junto a la torre medieval de los Tuñón –el monumento privado más antiguo en el que se vive en Asturias –, referencia de Bandujo y que se levanta junto a la antigua casa de Benita y Bonifacio, los abuelos de Ismael y en la que ahora vive su prima. “La familia vivía del ganado, de la huerta”, reseña Álvarez, quien se fue de casa a los 27 años en busca de una vida mejor: acabó de transportista nacional y afincando en Avilés.

Chema Siñeriz e Ismael Álvarez, en la iglesia.

Pero a su pueblo natal vuelve siempre que puede y es uno de los más activos en las sextaferias para mantener la maleza a raya y todo lo que haga falta para que Bandujo luzca, si no perfecto, sí cuidado y que se note que los que en el mismo viven y conservan vivienda se preocupan de ello.

“Ha llegado gente nueva en el último año. De Navarra, Madrid, Almansa...”, destaca Chema Siñeriz. Muchas casas se han arreglado o están en ello. El propio Abel Alonso tiene trabajo como arquitecto en una obra de rehabilitación del pueblo, del que destaca su elevado número de hórreos y su nutrido caserío, perfectamente asentado y distribuido en función de las necesidades de cada época y sus habitantes.

No se puede ir uno de Bandujo sin parar en su coqueto (aunque no sea muy apropiado tal calificativo para un lugar así) cementerio al que un día, de hace muchos años, fue a un entierro el padre del entonces niño Abel Alonso.

El cura y Chema Siñeriz tienen las llaves de un camposanto propiedad de todo Bandujo. Una gorra a cuadros cuelga estos días de una cruz de una de las tumbas. Es imposible no reparar en la misma. Su propietario fue enterrado hace algo más de un mes. Cuentan que sus nietos han querido dejarla ahí, en recuerdo de su abuelo. Un bonito detalle que revela que Bandujo, además de guapo por fuera, es guapo por dentro.

Ismael Álvarez, Chema Siñeriz y Abel Alonso, en La Reguera de Bandujo; al fondo, el lavadero. | Fernando Rodríguez

Plano para llegar.

Plano para llegar.

Cómo llegar

Desde Oviedo hay que tomar la autopista A-63 o la N-634 hacia Grado. Posteriormente, tomar el desvío a Trubia y por la AS-313 ir en sentido Proaza. Pasada la localidad, a la derecha aparece el desvío a Bandujo, por una carretera local de unos 8 kilómetros. La vía acaba en el mismo pueblo.

No perderse

Es famoso el cementerio de Bandujo por la decoración de flores de las tumbas en Todos los Santos. Pero, además, tiene una peculiaridad que lo hace único: no hay nichos, sus 27 tumbas no tienen dueño, son del pueblo; en ellas se entierran sus vecinos y los del cercano Falgueras; y nadie se queda sin sitio. Cuando alguien muere, se busca la tumba más antigua, se sacan los restos y se realiza el nuevo enterramiento. Y los restos, se guardan en una bolsa y allí se quedan también.

Qué dicen

Cuentan que seis osos merodean estos días por las laderas de las montañas que rodean Bandujo. Son fácilmente visibles. ¿Miedo? No mucho. Más bien respeto y cuidado, aunque la costumbre ayuda a la convivencia. Hacia septiembre es, además, fácil cruzarse con alguno por el medio del pueblo atraído por las muchas figales que hay por esas fechas preñadas de fruta.

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