Misterioso, enigmático y, sobre todo, deslumbrante. Así es el Valle de la Luna, en Bolivia, una zona geográfica situada a escasos diez kilómetros de su capital, La Paz, y donde el paso de los siglos y la erosión que han ido provocando los agentes climatológicos han transformado caprichosamente lo que había sido la cumbre de una montaña y convirtiéndola en un paisaje más lunar que terrestre.

Adentrarse en este lugar, de suelo arcilloso y que se asemeja a un desierto de estalagmitas, causa sorpresa y aviva la imaginación, ya que el ojo percibe en la montaña figuras e imágenes modeladas por el viento y la lluvia. Entre las curiosas formaciones pétreas que han surgido fruto de ese desgaste destacan las chimeneas (hay quien las compara con las de la Capadocia, en Turquía), una monja, una tortuga o una mujer con sombrero perfectamente visible al haber sido esculpida en la corona de un risco de gran altura. Y a este conjunto de siluetas fácilmente identificables se pueden sumar otras muchas fruto de la imaginación de cada una de las personas que recorre las entrañas de este desierto de piedra, acondicionado con senderos para facilitar su recorrido y contemplación.

Para quien por uno u otro motivo se encuentre en La Paz, ciudad de aglomeraciones, muy bulliciosa y situada a 3.700 metros de altitud -lo que la convierte en la capital más alta del mundo-, programar una escapada al Valle de la Luna es más que recomendable. Se llega en apenas media hora.

Para fijar aún más en la memoria las sensaciones que provoca mirar una y otra vez este entorno un tanto surrealista, con formaciones geológicas que asemejan a un campo de esculturas, es conveniente estar equipado con cámara de fotos. Si cada rincón que se descubre seduce aún más que el anterior, el juego de colores que genera la mezcla de los diferentes minerales que se juntan con la arcilla hechiza todas las miradas. Tonos marrones y rojizos que se suavizan o acentúan según la hora del día y la intensidad de la luz solar. En definitiva, todo un espectáculo de colores y sensaciones placenteras.