Los que caminen cerca de la iglesia de La Callezuela, la capital de Illas, ubicada frente al Ayuntamiento, sabrán pronto que es la hora de comer cuando les llegue, al tiempo que la brisa de las castañas, el aroma a buen pote asturiano. Justo detrás, está terminando de hacerse en un local con mucha solera y buen representante de los bares de pueblo de toda la vida: La Tenada. Posiblemente no hay nada mejor, tras una mañana de rutear por el concejo, tal vez subiendo al pico Gorfolí o siguiendo el curso del río y conociendo alguno de los molinos más representativos de Illas, que una buena comida casera en «un chigre de los de toda la vida», como define a su establecimiento una guisandera de las que quedan pocas: Isabel Alonso Morís.

La historia de La Tenada se remonta a 1981, cuando esta mujer, junto a su marido, Manuel Rodríguez, se hizo cargo del local que debe su nombre a que allí, y antiguamente, había una tenada. El plato que en principio cobró protagonismo fue el pote asturiano, cuya calidad, cantidad y buen sabor ya empezó a dar fama a este bar del que su dueña habla con orgullo y con cariño. «Pero, claro, con el pote, el compango y algunas cosas más que empezamos a preparar realmente no bastaba porque nos empezó a llegar más gente que pedían, unos una cosa, otros otra, y entonces a mi marido se le ocurrió que por qué no poníamos un poco de todo y así todos tan contentos».

Lo cierto es que esta decisión fue la que hoy hace de La Tenada un lugar singular y distinto, chigre entrañable y de buen yantar donde nadie, sin duda, sale con hambre, si acuden a comer su menú cuyo contenido define con una claridad meridiana el cartel que hay a la entrada del local: «Hoy tenemos lo de todos los días». Es decir. Que todos los días hay el mismo menú, que, a buen seguro, va a dejar con la boca abierta, y no sólo por el apetito que le pueda entrar, sino por la contundencia de tanta cantidad y calidad, a quien sepa todo lo que va a comer si acude a La Tenada, pues ese único menú consiste en pote asturiano, huevos fritos con patatas, adobo y picadillo; callos, cordero, carne guisada y de postre a elegir entre arroz con leche, queso de La Peral, requesón o tarta helada. Se incluyen también la bebida y los cafés o infusiones.

Tantos años elaborando los mismos platos han convertido a este chigre de La Callezuela, donde el pote y los guisos se siguen haciendo en la cocina de carbón, en un lugar de cita obligada para los expertos en buena y contundente cocina asturiana. Allí, en su coqueto y acogedor comedor, donde reina el azul y el paisaje asturiano en sus amplias ventanas, se mueve de un lado a otro esta mujer inquieta y enamorada tanto de su pueblo como del trabajo que realiza a diario tras los fogones. Porque Isabel Alonso es guisandera de las de antes, de las que salen al comedor a conocer a los clientes, a compartir sus opiniones y a estrechar lazos de confianza y de simpatía.

La Tenada, con una capacidad para unas 50 personas, cierra los lunes. Eso sí, si van en fin de semana, resulta imprescindible reservar.