Al menos cinco nombres distintos recibe en Asturias el recipiente para transportar la piedra de afilar la guadaña durante la siega. "Gaxapos, cachapas, zapicos, cornos y canaos" es el título de la exposición que hasta finales de diciembre está abierta en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime y que se puede visitar en el horario habitual de apertura del centro (hasta abril el horario es de martes a viernes, de 11.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.30 horas; los sábados, de 11.00 a 14.30 horas y 16.00 a 18.30 horas, y los domingos y festivos, de 11.00 a 15.00 horas).

Tan singular exposición no deja de llamar la atención por lo mucho que puede dar de sí un instrumento tan habitual en el campo y las casas asturianas, pero al que tan poca atención se le presta, como es el zapico (según la denominación de la zona central). En la muestra se exhiben decenas de piezas procedentes del propio museo grandalés, del Museo del Pueblo de Asturias, en Gijón, y de la colección privada de Alfonso Fernández Canteli. Los hay hechos a base de cuernos de animales, aunque los más abundantes son los de madera y, dentro de éstos, se abre un sinfín de posibilidades en función de su color y decoración.

Porque a diferencia de las madreñas (en el museo etnográfico hay una sala entera dedicada a este calzado de antaño), que se pueden clasificar por zonas de origen gracias al trabajo más o menos homogéneo de los artesanos, respecto a los zapicos es imposible. Van desde un simple trozo de madera con un hueco para guardar la piedra hasta verdaderas obras de arte, tallados con sumo cuidado. Como curiosidad: hay uno de la década de los 80 cuyo adorno es una foto de la malograda actriz Farrah Fawcett.

Esta exposición es un atractivo que se suma a los muchos que hay en el popular Museo de Grandas, muy recomendable para los niños, pero que tiene en los mayores al público que más disfruta en las visitas. Y es que allí se encuentran todos los elementos que rodearon la vida desde su infancia, tanto en el hogar como en la calle: las antiguas casas y cuadras, las escuelas, la barbería, la sifonería, la capilla?

Una hora como mínimo lleva un recorrido que se ha de completar con una visita a la cercana colegiata de San Salvador, ejemplo de la arquitectura religiosa en la cuenca del Navia con su característica piedra y pizarra negras.

Cuando el hambre apriete, una opción entre las muchas es salir del Principado y acercarse hasta la vecina Galicia. El destino: a comer pulpo a Fonsagrada. La villa lucense está a tan sólo 20 minutos gracias a una carretera totalmente renovada que cruza el alto del Acebo, a poco más de 1.000 metros de altitud y desde el cual, en un día despejado, se obtiene una estupenda vista de un paisaje que impresiona, más en otoño, con la variedad de tonalidades de los montes.

Fonsagrada se ha ganado por méritos propios la fama de servir de las mejores raciones de pulpo tierra adentro (está a unos 90 kilómetros de Ribadeo, el punto de la costa más cercano) y son muchos los que peregrinan (literalmente, pues la villa se enmarca en pleno Camino de Santiago) cada fin de semana hasta aquí para disfrutar de las copiosas y a buen precio raciones de pulpo a feira en sus pulperías.

Para llegar a Grandas, primero, y a Fonsagrada, después, hay dos opciones desde el centro de Asturias: la carretera que parte desde la villa naviega hacia el interior (la AS-12), que sigue el curso del río Navia (no llega a 70 kilómetros, pero no se recorren en menos de una hora) y la AS-14, por el puerto del Palo, a través de Pola de Allande. No merece la pena ir con prisa. Cualquier opción llevará su tiempo. Los que no conduzcan disfrutarán de un paisaje único en el que merece la pena detenerse. Y si hay tiempo, hay que parar, al menos a echar un vistazo, en los embalses de Doiras y Salime, el bonito pueblo de Pelorde (Pesoz) rodeado de viñedos y alguno de los castros que hay por la zona, aunque esto último quizá merezca otra escapada.