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Escapadas

Pan recién hecho en Vega de Ario

Los Picos, desde uno de sus refugios más acogedores

Amanecer en Vega de Ario, con el refugio rodeado de las últimas nieves del invierno. ADOLFO MIRANDA

Una tortilla con huevos de gallinas de casa, alimentadas con lo que pillan por los pastos de los Picos de Europa, o un pan recién hecho que se saborea mientras en el horizonte se divisa el techo de Asturias, Torrecerredo (2.648 metros), bien merecen algo de esfuerzo para comérselos. Un esfuerzo que no es otro que una gratificante caminata de unas tres horas a paso tranquilo por el corazón del parque nacional, que este año celebra un siglo desde su fundación.

La montaña es por derecho propio de los montañeros, los que mejor saben disfrutarla y aprovechar todos sus encantos y secretos. Pero no es un derecho exclusivo, sino que está al alcance de todos los que quieran de vez en cuando desconectar del mundanal ruido. Y si además esto tiene premio -los suculentos huevos y pan caseros, por ejemplo-, pues ya no hay nada más que decir. El premio está en Vega de Ario, a algo más de 1.600 metros de altitud, en el macizo occidental de los Picos. Aquí se ubica el refugio del Marqués de Villaviciosa, cuyo acceso principal es el sendero que parte del lago La Ercina. Es una ruta relativamente sencilla (el barro puede ser el único inconveniente si llueve o ha llovido recientemente) de 7,3 kilómetros que salva un desnivel de 690 metros cómodamente repartidos entre cortos ascensos y agradables praderías, como la majada Las Bobias, la más extensa y bonita, con fuente incluida.

Es un camino recomendable para todo el mundo, para hacer sin prisa. La única condición, llegar al refugio antes de las ocho de la tarde, cuando sirven la cena preparada con mucho mimo y detalle por el cocinero. Lo dicho: si un buen pan casero sabe a gloria en cualquier lugar, ni qué decir tiene que comerlo en un entorno como el de Vega de Ario no tiene comparación. Enfrente, la citada Torrecerredo y el Pico Cabrones, en el macizo central; a un lado, el Jultalyu y el Cuvicente, en el occidental; y de banda sonora los cencerros del ganado que pasta desde finales de abril por el parque. Quedará tiempo para disfrutar, si el tiempo acompaña, de la impresionante puesta de sol. Luego sólo queda descansar hasta la mañana siguiente, cuando madrugar y volver a disfrutar del no menos impresionante amanecer con algún plan en la cabeza: coronar alguna de las cumbres cercanas y bastante asequibles, seguir ruta y adentrarse más en los Picos, alcanzar la famosa ruta del Cares a través de la canal de Trea (quizás, esto los más avezados y fuertes), o desandar el camino y regresar a La Ercina. Las posibilidades son muchas.

El refugio de Ario es uno de los más acogedores del parque, donde también pasar el día y obsequiarse con una buena comida (aparte del menú de la cena, ofrecen quesos, embutidos y platos sencillos). Un consejo: reservar de antemano. Y un aviso: los hiperconectados que no quieran perder detalle de qué sucede en el "mundo exterior" encontrarán cobertura en los alrededores.

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