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Comidas y bebidas

De lo que hablamos mientras comemos

Crustáceo camino de la olla.

Sentarse a una mesa a comer y a hablar de comida es un hecho digamos habitual porque un bocado reverdece el recuerdo de otro. El apetito evocador se desboca fácilmente. De unos callos, por ejemplo, surgen sus primos que alguien ha cocinado o que hemos probado recientemente. De un vino, la memoria de otro anterior, la comparación, etcétera.

El otro día llamó la atención en un restaurante que mientras comíamos tres amigos no dejásemos ni por un momento de hablar de comida. Tampoco tenía nada de raro, la gastronomía es un motivo de conversación habitual entre las personas que coincidíamos en esa mesa. Pero es verdad, no se habló de nada más hasta levantarnos de ella.

Elena Kostioukovich, una sensacional ucraniana, afincada en Italia, profesora de literatura rusa y traductora en la Universidad de Milán de autores como Eco, Quasimodo y Pasolini, escribió hace unos años un libro prologado por el primero de ellos, Perché agli italiani piace parlare del cibo, que toma como percha de la cocina la afición a hablar de ella en cualquiera que sea la circunstancia y el lugar, la cantidad de referencias poéticas y narrativas sobre la comida, y las metáforas relacionadas con este particular. En España sucede otro tanto como en Italia, Francia tampoco se queda atrás, los japoneses no encuentran otro tema mejor, incluso para sus mangas, y la expectación sobre los platos y los cocineros que los preparan no ha hecho más que disparar esa tendencia.

Pero yo quería referirme simplemente a las viejas manías gastronómicas de hablar con naturalidad de comida mientras se come. De evocar un vino al mismo tiempo que se bebe otro. Kostioukovich cita a Andrea Tagliapetra y su clarificador artículo, "La gola del filósofo": "Tenemos apetito de conocimiento, sed de saber y hambre de información, devoramos un libro, nos empachamos de datos?nunca nos hartamos de cuentos, nos comemos las palabras, rumiamos algún proyecto, digerimos a duras penas algunos conceptos mientras que asimilamos mejor unas ideas que otras (?)". Desde hace tiempo se utilizan expresiones como "hacer buenas migas" o "es más bueno que el pan". En Italia van más allá y sustituyen "te sienta como anillo al dedo" por "venire come el cacio sui maccheroni", que es "le sienta igual de bien que el queso a los macarrones". La comida, en definitiva, no deja de ser una conversación que se prolonga.

La peripecia del cangrejo mutilado. La red social china Weibo difundió el pasado junio un vídeo en que se observa a un cangrejo cortarse una de sus pinzas para escapar supuestamente de una olla hirviendo. El vídeo superó entonces 1.300.000 visitas cuando saltó a Facebook. Se desató una pequeña ola de indignación por maltrato animal. Hasta el punto que uno de los usuarios de la red, se supone implicado en la peripecia del crustáceo, explicó que se había llevado al cangrejo mutilado a casa para conservarlo como mascota en un acuario. Todo ello después de que otros seguidores de la red social le obligasen a explicar qué había hecho con él. Dos grandes éxitos, como ven, del periodismo de las redes y de los buenos sentimientos. Ahora bien, para culminar la historia feliz del cangrejo chino que escapó de la olla sacrificando sus pinzas hubiera sido necesario el seguimiento clásico de todo scoop, además de las reacciones, un estudio sobre el dolor, valoración de los psicólogos y el punto de vista de los sociólogos acerca del impactante hecho. El polémico filósofo Michel Onfray se refiere en su último libro, Decadencia, al declive de la civilización judeocristiana tras dos milenios hegemónicos. Pero no es sólo ella decae, el colapso de la inteligencia es generalizado.

El rosado de los aliados. La hacienda salentina Leone de Castris empezó a exportar vinos a Estados Unidos, Alemania y Francia a principios del siglo XIX. En 1943, acercándose el final de la Segunda Guerra Mundial, el general Charles Poletti, responsable del aprovisionamiento del ejército aliado ordenó a la bodega un pedido importante de rosado. La uva que entonces se utilizó para satisfacer el encargo provenía de las parcelas Cinque Rose, cuidadas durante generaciones de Leone de Castris, en concreto cinco hijos. El vino se etiquetó así desde 1993 con motivo del 50º aniversario. Elaborado con la tinta negroamaro y un 20 por ciento de malvasía, Five Roses es frutal, fresco y persistente y guarda una enorme capacidad de envejecimiento en la botella. Incluido en la lista de 111 vinos italianos de "Decanter" tiene en relación a sus bondades un precio insuperable, alrededor de 15 euros.

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