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Estómagos universales

Mingus: cómete ese pollo

Al genial contrabajista, enfadarse le abría el apetito y estaba siempre enfadado

Portada del álbum "Mingus Oh Yeah".

En el mundo de la música ha habido grandes tragones. Si escuchan Eat That Chicken, una de las piezas más famosas del contrabajista Charlie Mingus, sentirán lo que es comerse un pollo a grandes bocados. Cuando el pianista y arreglista de jazz Sy Johnson lo visitaba en su apartamento en el East Village, en la década de 1960, siempre había un olla con sopa en la cocina. Mingus, el mismo que una vez interrumpió un concierto para cenar un t-bone steak en el escenario, se acercaba continuamente para probarla. "Necesita otra zanahoria", decía. Pelaba otra zanahoria y volvía a meter la cuchara, esta vez para concluir que el guiso requería cebolla. La sopa podía hervir durante un día, incluso una semana, antes de que Mingus se mostrase plenamente satisfecho con el condimento. Su música era muy parecida a aquella sopa enriquecida: un enorme caldero de sonidos en busca de otros nuevos.

Tenía una capacidad, digamos que sobrenatural, para devorar comida. El escritor Geoff Dyer cuenta cómo Roland Kirk, el gran saxofonista ciego, un hermano para él, asistía pasmado al espectáculo interminable de sus desayunos, tortitas con arándanos y crema, huevos, doble de beicon, salchichas y patatas con cebolla. Una y otra vez. Rahsaan, que así era como se conocía a Kirk, le escuchaba hablar con la boca llena mientras ensartaba con el tenedor las patatas en el plato como si estuvieran enterradas y pretendiera arrancarlas de cuajo. Un día le preguntó cómo era un huevo. Mingus le respondió interesándose por la edad en que había perdido la vista. Roland Kirk le dijo que a los 2 años. Y el luminoso contrabajista replicó: "¿Alguna vez has visto el sol?". Rahssan: "Sí. Me acuerdo del sol". Mingus: "Pues un huevo es así, como el sol. Amarillo, brillante, rodeado de nubes". Mientras decía eso, pedía más café a la camarera y volvía a hurgar con el tenedor en las patatas que parecían pegadas con cola al fondo del plato. Comía continuamente. Enfadarse le abría el apetito y Mingus estaba la mayor parte del tiempo enojado consigo mismo y con el mundo. Todo lo que no digería de forma natural, carácter y filetes, lo deglutía con espasmo universal su deslumbrante música. Escuche, escuchen Eat That Chicken, verán cómo les abre el apetito.

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