Benoît Delépine y Gustave Kervern han hecho carrera contemplando con cáustica agudeza los excesos de la sociedad de consumo, y en el noveno largometraje que dirigen a dúo en concreto hacen sátira de nuestra dependencia de las redes sociales y los likes, nuestra presencia consentida o no en el mundo digital y, en general, toda esa tecnología que finge hacernos la vida más fácil pero en realidad nos la hace imposible.
Para ello observan a varios vecinos de una urbanización: una divorciada que es víctima de un chantaje a través de un vídeo sexual, un hombre que se ha enamorado de la operadora de telemárketing que lo llama constantemente y una conductora de VTC adicta a las series y desesperada porque sus clientes siempre le dan puntuaciones negativas. Tras tomar conciencia de los daños que la vida moderna está causando sobre su salud mental, los tres unen fuerzas para vengarse de las corporaciones que la proveen.
Los directores componen el relato a partir de pequeñas escenas más conectadas a nivel temático que narrativo, y que proporcionan una retahíla de chistes sobre las compras online, el ciberbullying, las estafas telefónicas... Las situaciones se vuelven repetitivas, la trama pierde fuelle y cierto maniqueísmo retrógrado va tomando forma, pero en todo caso la mayor parte de esas viñetas resultan graciosas, y algunas de ellas son hilarantes.
