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La heroica vida del ganado

Gunda se acerca a sus personajes –una cerda llamada Gunda y sus crías, una bandada de pollos, varias vacas– sin echar mano de narraciones o bustos parlantes, situándose a la altura de su punto de vista y no del nuestro y dejando que los detalles de su existencia hablen por sí solos; y en el proceso, mientras nos recuerda que esos animales de granja tienen vidas y personalidades propias, resulta increíblemente conmovedora.

La película no ignora el papel que el ser humano desempeña y por eso, aunque no polemiza ni da lecciones, tal vez atraiga a algunos de sus espectadores hacia el veganismo. Pero lo que propone no es solo una llamada de atención, es mucho más: una poética reivindicación de todas las formas de vida, y una reconsideración de nuestra actitud frente al mundo natural. Gunda despierta empatía hacia sus protagonistas por su sensibilidad a la hora de dejar claro que nosotros somos como ellos.

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