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Retrato desenfocado

Will Smith.

Aunque es legítimo preguntarse por qué una película sobre dos de las mejores tenistas de la historia está construida por completo alrededor de la figura de su padre, la respuesta resulta evidente: el objetivo principal de El método Williams, producida y protagonizada por Will Smith, es proporcionarle al actor el “Oscar” que lleva dos décadas persiguiendo.

Y es sobre todo la empatía que Smith siempre transmite lo que otorga la mayor parte de su eficacia a esta historia sobre cómo Richard Williams moldeó a Venus y Serena como tenistas y como personas, a pesar de la irritante tendencia del personaje a pronunciar discursos supuestamente motivadores.

El método Williams no solo minimiza los muchos y en su día muy publicitados defectos del progenitor sino que, más concretamente, justifica e incluso idealiza las cuestionables tácticas que usó para llevar a sus hijas a la gloria –conviene señalar que Venus, Serena y su hermana Isha Price figuran entre sus productores ejecutivos–; en buena medida son esas tendencias hagiográficas lo que impide a la película explorar como merecen algunos de los temas más complejos que plantea –¿qué significa tener éxito?–, y por tanto lo que la convierte en un biopic perfectamente ordinario, perfectamente funcional y perfectamente olvidable. 

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