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Canibalismo y malas tierras

Taylor Russell y Timothée Chalamet.

Aunque podrían buscarse paralelismos con otras películas que han tratado el tema del canibalismo desde una cierta abstracción formal, el último filme de Luca Guadagnino remite mejor a una estimulante tradición del cine norteamericano, la de los relatos de adolescentes en fuga. De este modo, el principal referente de "Hasta los huesos: Bones and all" sería "Malas tierras" de Terrence Malick: dos jóvenes huyendo en coche, en un caso de la policía, en el otro de su propio instinto como devoradores de carne humana, recorriendo el país mientras intentan encontrar un destino y un sentido a sus aciagas existencias. La luz, los cuerpos, el itinerario, incluso la banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross, remiten poderosamente a la primera película de Malick. Sin embargo, el de Guadagnino no es un filme deudor ni tributario. Su forma de encarar el canibalismo es frontal, realista, sin medidas tintas. Unos matan para comer. Otros huelen un cuerpo que está a punto de fallecer y esperan pacientemente para saciar su sed de carne humana. Guadagnino no juzga. Comprende. Tan siquiera es efectista pese a algunas escenas "gore" absolutamente necesarias para la evolución de la historia. Su película es un retrato de la soledad, como ha hecho en otros filmes en apariencia más convencionales. Este es transgresor sin epatar (y con cameo de David Gordon Green, el último oficiante de la saga "Halloween").

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