Entrevista | Blanca Romero Actriz gijonesa, estrena la película "La abadesa"

"Me automutilé durante diez años para ser solo madre"

"Me identifico con mi personaje de monja atea que hace la vida agradable a las compañeras, es inspiradora, y me gusta ser así como actriz, aportar luz"

Blanca Romero.

Blanca Romero. / Miki López

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Blanca Romero (Gijón, 1976) regresa al primer plano cinematográfico con «La abadesa», una película de exquisita factura que narra la historia de Emma, una joven de 17 años que es nombrada abadesa para repoblar y cristianizar territorios fronterizos en lucha con los moriscos. Ella encarna a una monja atea, cabal, culta y rebelde, un desafío como actriz que Romero resuelve con brillantez, como hiciera en 2009 con su notable debut en la pantalla grande, «After», tras triunfar como modelo. El director, Antonio Chavarrías, la había visto en «La luz de Elna» y pensó: Eloísa es Blanca. «Necesitaba una actriz con un registro muy potente que diese mucha fuerza al personaje. Le propusieron otras actrices y dijo que no, hice la prueba y me dio el personaje», afirma la actriz asturiana, una mujer «fuerte e hipersensible».

–¿Le asustó el reto?

–No, me pareció que estaba acorde con mi vivencia y podía darle una autenticidad emocional. No hubiera hecho a Eloísa hace 10 años igual que ahora ni de coña, llegó en el momento perfecto y lo único que me dio miedo y por lo que estuve a punto de echarme atrás fueron las condiciones climatológicas. Yo vengo de la moda y sé el frío que se pasa. En diciembre en Huesca soplando el Cierzo... Al final accedí y nos ayudó que debajo de los hábitos podíamos poner ropa térmica y parches de calor, pero fuimos cayendo todos enfermos, hasta el cámara estuvo una semana malo. Solo el director se libró.

–Diálogos muy precisos...

–Son frases con gran sentido común y facilísimas de decir, las disfruté un montón, y son además muy actuales aunque la película transcurre en el siglo IX. Antonio Chavarrías dice que evolucionamos poco, le asusta lo tontos que somos, y yo creo que vamos a peor, sólo hay que ver las noticias. Muchos aún quieren a la mujer en silencio, de rodillas y rezando. Antes no se denunciaba nada porque se veía como algo normal que tu marido llegase a casa, te hiciese lo que quisiera y te pegase cuatro guantadas, pero es que ahora mata a la mujer y mata a los hijos, está todo peligrosamente desorbitado, da pánico.

–La protagonista, Daniela Brown, es novata.

–Fue un lujo estar con ella y con Carlos Cueva, son artistas muy cultos y escucharlos hablar es un regalo. Es maravilloso cuando hay respeto real interno en un rodaje, y admiración hacia tus compañeros de principio a fin, no siempre pasa. ¿Consejos a Daniela? No se los doy ni a mi hija Lucía. No los necesita, es súper responsable. Sin ella Antonio y yo con nuestras personalidades –él muy volátil, y yo soy como soy– no hubiéramos llegado ni a la vuelta de la esquina, Daniela fue nuestra ancla a la coherencia. Imprescindible. Congeniamos desde el principio, comíamos juntas.

–Eloísa tiene muchas aristas.

–Tiene muy claras las cosas. Lo más bonito del personaje es que dentro de la injusticia que vive –sus padres la abandonaron, le quitaran a su hijo y lo regalaron a una familia de itinerantes por cuatro monedas antes de encerrarla para siempre por haber amado– su rebeldía era ser feliz. Maravilloso y admirable. A pesar de todo. Se podría haber convertido no un ser de luz sino en una mujer mala, dañina. Y ella les dice: si lo que queréis es que yo sea una amargada hasta morirme entre estas cuatro paredes, no lo haré. Me identifico y admiro la fortaleza de esa mujer que se ríe e intenta hacer la vida agradable a las compañeras. Es inspiradora, y me gusta serlo yo como actriz, aportar luz. Ella es de una generosidad y una valentía brutales.

–Y que sabe lo que es ser madre.

–Claro, la maternidad la hace ser mujer de verdad, sabe lo que es sentir dar vida. Para la abadesa era una amenaza continua porque era muy potente, sabía leer y escribir, era culta, tocaba instrumentos... No lo podía resistir, una mujer que sabía más y encima fue madre...

–Hay una rivalidad entre ellas.

–Ese es el primer lastre del machismo, para manipularnos mejor y hacernos más pequeñas al hombre le gusta que luchemos por él y rivalizemos porque pensamos que siempre habrá alguien mejor que tú o porque me se va a ir con otra o...

–De ahí la defensa de la unión entre mujeres que hace la película.

–Es muy difícil que un hombre pueda con un grupo de mujeres unidas, es lo primordial para luchar contra el machismo, hasta que eso no pase el machismo va a seguir latente, intentando la mujer se culpe y piense que si el hombre no la vuelve a llamar es porque no le gustaron sus pechos o por cualquier otra cosa. Con ese esfuerzo por agradar al hombre acabas perdiendo tu identidad. Es muy agotador.

–¿Cómo se acercó a Eloísa?

–Me dejo llevar por la intuición, como Chavarrías. Sé que hay personajes que directamente no son para mí y luego hay personajes que se meten dentro de ti y tienes un enamoramiento, sabes que eres tú, ese personaje te necesita y le entregas la alma. Como te dije no quería hacer la película porque pensaba que iba a pasar más frío que qué, no me apetece sufrir o pasarlo mal, pero estaba comprando en una ferretería de Asturias porque estaba de obra en casa y me di cuenta de pronto que no se me podía escapar este personaje, me tocaba hacerlo por narices, el director me buscó, pensó en mí y está escrito para mí.

–Llevaba tiempo lejos del cine.

–Diez años dedicada a mi hijo, dejé de trabajar, dejé de ser mujer, dejé de salir a cenar con amigas, dejé de tener relaciones con ningún tipo de hombre. Una década que fue maravillosa y con este personaje puse fin a ella. Estaba preparada para echar fuera la experiencia de esos diez años que llevaba yo con una especie de automutilación como mujer para dedicarme a ser madre única y exclusivamente. Me hice cargo de un 50% de responsabilidad que no me correspondía porque no había un padre. Fue muy duro, fue muy difícil.

–Los escenarios inspiran...

–Claro, entrar en ese castillo con esa luz natural ya te coloca en la época, sientes lo incómodo que era vivir en el siglo IX , donde no se llegaba a los 30 años... Hubo una unión absoluta con las mujeres de Huesca, no te ibas a quejar del frío ni de ninguna situación extrema porque había paisanas de 90 años que aguantaban ahí desde la primera hora de la mañana hasta la última. Sin quejarse.

–¿Cómo se lleva con la religión?

–De niña fui creyente, Testigo de Jehová, predicaba por las casas con la Biblia, tuve una fe ciega, hablaba con Dios todos los días. Sabía un montón de versículos de memoria. Luego ya lo dejé y empezó la época de la discoteca, que era pecado, y dije quiero beber, quiero follar, quiero salir, quiero hacer todo lo que quiera. Pasaron épocas en las que creía y otras en las que no.

–La abadesa es un ejemplo de feminismo, en cierto modo.

–Es una niña de 17 años en el siglo IX que consigue repoblar un lugar y mandar de la manera que manda... Imponiéndose. En mi caso, la vida me obligó a ser feminista porque crié a mis hijos sola, porque nunca necesité nada de un tío, porque saqué todo adelante sola y ni un solo hombre me regaló un bolso ni me pagó una factura ni un chupo para criar a mi hijo. Sí, soy una tía feminista, pero soy una tía justa. Creo que muy sigilosamente vamos a llegar mucho más lejos, si nos unimos nosotras en silencio no nos va a hacer falta gritar, el silencio es la palabra más poderosa que hay. Yo viví esa lucha así, hablando con hechos, solo hay que ver mi biografía. Luché para que no me mandase un hombre. Es así como podremos luchar más contra el machismo, no creo que haya que gritar contra él todo el rato, no, porque así le verás mejor la patita al lobo para poder cortársela.

–¿Mejora el mundo del cine para la mujer?

–Las cosas han cambiado desde que me alejé, la evolución era necesaria. La nostalgia no es para mí. No me gusta lamentarme aunque la industria no sabe aún dónde situarme, culpa mía en parte porque no se lo pongo fácil. Ahora, con 50 años y mucha vida detrás, quiero cambiar eso y estar abierta a los mejores papeles. Mi hijo ya tiene diez años y tengo más independencia para pelearlo.

–¿Y mejora también el tema de abusos en su oficio, se pierde el miedo a denunciarlos?

–Hay que hablarlo y quejarse, y si hay que cortar cabezas porque hace falta, por supuesto que debe hacerse.