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Todos los caminos conducen a Aretha

"I never loved a man the way I love you" entró como un vendaval, en forma de vinilo a 33 rpm y con la vitola de haber sido adquirido en un rastrillo de Londres, en nuestro reducido y selecto grupo de divas de la canción, allá a mediados de los años 80. Nadie había logrado que nos moviéramos ni un ápice en nuestra férrea convicción de que no había solista en el mundo como Billie Hollyday ni actriz comparable a Katharine Hepburn. Aquel disco, con la funda destartalada y sin cabida para una raya más en el vinilo, nos trajo a Aretha Franklin y las dudas sobre la firmeza de nuestros pilares hasta el momento. Todo tembló.

Veníamos de las damas del jazz, atormentadas y quejumbrosas, un fiel reflejo de sus vidas, algunas, y terminamos estrellados contra aquella voz infinita, predominante, que tantas veces intentamos imitar, como cuando nos volvíamos locos saltando en el sofá pidiendo "Respect" a voz en grito, intentando seguir a Aretha con un inglés imposible, probablemente importado del interior de una botella de ginebra, sin conseguirlo, obviamente. Aquel LP era un sube y baja de emociones, ritmos frenéticos al borde de un ataque de nervios, guitarras, bajos, saxos y voces de acompañamiento daban paso a pianos sosegados, casi baladas, soul de ese tipo en el que cierras los ojos y mueves la cabeza, caída, de un lado a otro, pesaroso: soul del bueno bajo la voz infinita de Aretha. Y se te pone la carne de gallina. Es lo que tiene. Un ritmo casi brasileño en "Don't let me lose this dream", ¿blues en Good Times? Adorábamos a Sarah Vaughan, pero Aretha era adrenalina incluso cuando rebajaba las notas, cuando quería ser íntima. "Save Me" te subía a lo más alto, "A change is gonna come", "Good Times" y tantas otras. Y tantas veces.

Vas, vienes, oscilas salvajemente, dudas, incluso a veces te quedas, un rato. Te separas, recorres otros caminos, vives otras vidas, te golpeas, te golpean, te levantas y caminas. Parece que todo pierde sentido, a veces, pero al final siempre te reencuentras, siempre vuelves. Porque todos los caminos te llevan a Aretha. Y cuando eso ocurre vuelves a ser feliz.

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