La castaña valduna tiene reconocida fama por su calidad. Alimento esencial en el pasado y hoy protagonista indiscutible de los festejos de otoño. Se convidaba con ellas después de las esfueyas, en las filas y solían celebrarse amagüestos en las gaitadas. Cita obligada desde hace veinte años es el certamen que, en su honor, se celebra en Les Regueres cada segundo fin de semana de noviembre.

Fue precisamente esta variedad la que dio fama al concejo, la castaña chamberga, que por su abundancia en la parroquia pasó a ser conocida como castaña valduna. Es un poco más tardía, de gran tamaño y color avellana vivo, muy brillante y fina. Se reproduce por injerto. Este se realiza en el menguante de abril. Para ello se hace una pequeña incisión entre la corteza y el tronco, y allí se introducen 4 o 5 garfios (pequeños esquejes con yemas). Esta variedad es la de mayor calidad, pero su producción es más escasa.

Prueba de la importancia del cultivo de castañas en el concejo son los datos recogidos en el Catastro de Ensenada en 1752, que nos da cuenta de los "diezmos" (impuestos que cobraban el cura y algunos particulares) que deben pagar los vecinos en cada parroquia. En la parroquia de Trasmonte pagaban 24 fanegas de castañas; en la de Valduno, 28; en la de Biedes, una fanega; en la de Valsera, 8,5 fanegas; en la de Viado, 8 fanegas, y en la de Soto, 21 fanegas de castañas.

Antes se recogían gran cantidad de castañas, generalmente en andecha, esto es, con ayuda de algún vecino al que luego había que corresponder. Recuerdo, de muy niña, que en mi casa lo hacían con los de Casa Chinto, de Parades, e iban al castañeo con pértigas, palos largos, para sacudirlas, lo que se llamaba variar, y con dos carros que volvían llenos de aricios que se ponían en corras, apilándolos, curiosamente en forma rectangular, a una altura de 50 o 60 centímetros. Cuando se reblandecían los aricios y se ponían marrones, las mujeres de la casa comenzaban a esbillar. De esta forma, se conservaban más. Se comían muchas y se vendían; las valdunas se pagaban muy bien. Había también de crespa y de ordaliega, pero las valdunas eran las más apreciadas, las de mejor sabor.

Según la forma de prepararlas, las castañas recibían distintos nombres: corbatas, las cocidas con piel, quitándoles solo la parte más clara; y pulguinas, las peladas y las asadas que se ponían bien en el forno o sobre la chapa de la cocina de carbón. Las que sí sabían bien eran las que se asaban en el forno de leña, al tiempo de cocer los panes. Se ponían en un caldero especial, hecho por los caldereros con un trozo de bidón, cuyo fondo era de agujeros. Las que se dejaban secar hasta la primavera se llaman mayuques: también se comían cocidas y con un sofrito de aceite y pimentón y se les llamaba esburulladas.

Ya en 1926, el entonces párroco de Valduno aportaba estos datos al Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal, de Sebastián Miñano: "Entre las mencionadas producciones son exquisitas y hacen memorable al concejo las castañas llamadas valdunas, chambergas o rojinas, esta clase o distinta de las otras o superior a todas, tiene un gusto delicado con mucha más parte azucarada y farinácea, y es de un color rojo claro más vistoso y fino; parece imposible que su delicada cáscara pueda contener y encerrar tanta carne...".