Alfonso Neira y Marina García, ovetense y lavianesa de 29 años, hacía tiempo que querían dar un paso hacia delante en su carrera, tras ejercer en Oviedo. Lo intentaron una vez y no fue posible. Pero el rumbo cambió y la pareja se hizo con la farmacia de Carreña y el botiquín vinculado a ella, instalado en Arenas de Cabrales. Y tienen la idea de quedarse, "encantados" de "dar un servicio esencial". "El trato es más cercano, no solo con los clientes, también con los médicos", aseguran. Estar al frente de un botiquín y, por ende, en un lugar que ofrece medicamentos en una zona rural, genera ciertos aspectos que no solo reconfortan como profesional sino que, apuntan, "aportan algo personal que en una ciudad no tienes".

Neira y García llegaron en un momento en el que "el desabastecimiento de medicamentos era importante" e incluso habían perdido parte de la clientela que ya van recuperando. "Estar en nuestra primera farmacia y nuestro primer botiquín, en plena pandemia y con las estanterías vacías, fue un poco caótico al principio, pero nos han acogido muy bien", reconocen. Deshicieron las maletas hace cinco meses y todavía no han tenido tiempo de hacer balance: "no podríamos haber previsto nunca la gente que hemos tenido este verano".

Ilusión y responsabilidad es lo que respiran los farmacéuticos de Cabrales, que tienen que atender a un municipio de 18 pueblos dispersos. "Los botiquines sirven para no tener a parte de la población sin un servicio básico. En Arenas, además, hay un centro de salud; si no existiera este botiquín los pacientes deberían desplazarse a la localidad de Carreña -donde está ubicada la farmacia- y, si no, la más cercana está en Panes -a 26 kilómetros- o en Benia de Onís -a 13 kilómetros-.

El de Arenas, sin embargo, "no es un botiquín al uso, porque nosotros tenemos tanta gente aquí como en la farmacia. Lo que en principio debería ser un apoyo para acercar la medicina a la gente cumple la función real de farmacia en cuanto a volumen de clientela", aseguran.

Los cabraliegos, y se nota cuando cruzan el umbral de la puerta, ven en el botiquín de esta pareja un lugar "cercano" en donde no solo atienden, asesoran y surten de medicamentos recetados, sino también escuchan. La gente de los pueblos es distinta, han comprobado, y aunque hay que ganársela poco a poco, al final devuelve confianza y cariño. "Hay mucha gente que ha decidido volver, que antes había desistido de entrar al botiquín porque casi nunca había lo que pedía y ahora nos cuenta que quieren apostar no solo porque siga abierto, sino porque seamos nosotros quienes lo echemos adelante".

Porque Cabrales no solo ha ganado en abastecimiento de medicinas, acercándolo a la población, sino también dos vecinos más que contribuyen a generar riqueza, a crear dos puestos de trabajo más y a aumentar la tasa poblacional.