"El otro día fui al supermercado y, al hablar con el de la frutería, no le entendía. Me aparté detrás de la mampara y le dije que si se podía bajar la mascarilla un momento, pero me respondió con un tono que parecía decir que no. A raíz de esto, me di la vuelta y me fui. Sales enfadada y frustrada porque, qué culpa tendré yo de no entenderle." Este testimonio de Marisa Platón ilustra la nueva normalidad a la que se han tenido que enfrentar personas con patologías de ceguera y sordera. Las recientes medidas han añadido a su día a día nuevos obstáculos a los que, ya de por sí, sufrían anteriormente.