En apenas tres metros cuadrados, tapado con plásticos para la lluvia y el interior cubierto con cartones y rodeado de basura, chatarra y todo tipo de desperdicios imaginables. Esa era la “casa” en la que vivía Alberto Aguirre Abilleira, el único acusado por el brutal crimen de Lloreda ocurrido en octubre de 2019 y que supuso la muerte a palos de Jorge Aquilino Llamedo, de 62 años, y en la que apareció muerto en la tarde del lunes, tal y como adelantó LA NUEVA ESPAÑA.
