La Unión Europea ha castigado ecónomicamente a Rusia con dureza. En el paquete de sanciones está lo impensable hace solo unos meses. Alemania, que depende en un 60 por ciento del gas ruso, no abrirá el nuevo y costosísimo gasoducto que une los dos países. Doloroso para Rusia, sí, pero también para Alemania. Los ministros de Exteriores de la Unión, junto a Estados Unidos, Reino Unido y Canadá, han ido donde duele. Sanciones contra los bancos rusos que operan en Occidente. Contra los bienes de los oligarcas, de los miembros del Parlamento y de todo aquel cercano a Putin. Salvo, de momento, Putin. Prohibido también comerciar e invertir en las dos provincias ucranianas reconocidas. Y, ojo, cierre casi absoluto de los mercados financieros a Moscú y a su deuda pública. Desde la OTAN, están convencidos de que Rusia prepara ya una invasión de toda Ucrania. La presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, ha advertido: en ese caso, Europa todavía tiene artillería guardada.